jueves, 18 de octubre de 2012

Incontinencia verbal y talante democrático


E
n Quebec, Canadá, se han llevado a cabo varios referendos para que la población de esta región francófona se pronuncie sobre su independencia en la más absoluta normalidad democrática; en estos días el primer ministro británico, David Cameron, ha firmado un acuerdo con el ministro principal de Escocia, Alex Salmond, para que en 2014 se celebre un referéndum y que sean los escoceses quienes decidan si se erigen en un estado independiente o se mantienen dentro del Reino Unido; en España, en cambio, ni el Gobierno ni el principal partido de la oposición parecen estar dispuestos a permitir que en Cataluña tenga lugar un referéndum y que sean los catalanes quienes decidan si se independizan o no. Y por más que el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, insista en que no se pueden establecer paralelismos entre Escocia y Cataluña porque los ordenamientos jurídicos del Reino Unido y de España son diferentes, tengo para mí que la gran diferencia radica en el talante democrático de los gobernantes españoles y británicos: Cameron, que no es lo que se dice un abanderado del progresismo, entiende perfectamente que la decisión deben tomarla los escoceses; el Gobierno español, en cambio, se cierra en banda y ni siquiera admite que los catalanes se pronuncien.
               Así las cosas es normal que la tensión vaya in crescendo en uno y otro lado. Y lo que desde luego no ayuda al diálogo racional, si es que ello es posible, son los excesos lingüísticos del ministro Wert, quien parece haberse empeñado en sustituir a Esperanza Aguirre no al frente de la Comunidad de Madrid, por supuesto, sino como número uno en la lista de políticos con mayor incontinencia verbal. Tanto es así que la propia Aguirre ha salido a la palestra y ha secundado las célebres palabras de Wert con las que éste expresara hace unos días su idea de lo que ha de ser la educación en Cataluña: “Nuestro interés es españolizar a los niños catalanes”, dijo el ministro, en lo que, más allá del revuelo suscitado, parece una mala estrategia por parte de Wert, pues si lo que pretende es españolizar a los niños catalanes, implícitamente reconoce que tales niños no son españoles, pues, de lo contrario, no tendría sentido españolizarlos, con lo que, suponemos que sin querer, el ministro estaría dando la razón a aquellos catalanes que consideran que ni ellos ni sus hijos son españoles.
            Pero Esperanza Aguirre, que no parece estar dispuesta a que Wert le arrebate por las buenas su bien ganado título de incendiaria verbal número uno, no se quedó ahí, sino que dejó claro que la idea de españolizar a los niños catalanes no es de Wert sino de la consejera de Educación de Cataluña, Irene Rigau, y que, en cualquier caso, la educación no puede consistir en manipular sino en instruir, es decir, enseñar a los niños a leer, sumar y la historia verdadera de España que, según Aguirre,se remonta a 3000 años atrás. Y todo ello en un acto en la campaña electoral de Galicia cuando se cumple una década del desastre del Prestige. El patinazo de Aguirre es comprensible, porque en su disputa por el título, Wert había llamado extremistas de izquierdas y antisistemas a los alumnos de secundaria que están en huelga en contra de los recortes en educación y a los padres que la apoyan no enviando hoy a sus hijos a los centros docentes, y, claro, Aguirre no se iba a quedar atrás. Una muestra más del talante democrático de los políticos que nos gobiernan y de los que han dejado de hacerlo. 

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