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a muerte de Hugo Chávez ha ocasionado un gran ruido mediático y político a
este lado del Atlántico. Si en lo político la tónica general ha sido la de la
corrección diplomática, en lo mediático lo que más ha abundado es, como era de
prever, la descalificación del fallecido dirigente de Venezuela, a quien se ha
tildado más de dictador o caudillo que de presidente de una república democrática.
Resulta obvio que en la biografía política de Chávez hay más de un borrón,
empezando por el fallido golpe de Estado que protagonizó en los años del caracazo y terminando por su afición a
entablar amistades con lo peorcito de la escena política internacional bajo el
pretexto del principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países
y en una clara puesta en práctica de los postulados del realismo político. Mas
todo ello y algunos defectos más no lo convierten en un dictador.
Y es que desde un punto de
vista procedimental, el ascenso de Chávez al poder, así como su permanencia en
el mismo, fue siempre siguiendo las reglas básicas de una democracia
representativa, a través de procesos electorales tan legítimos como cualquiera,
tal como atestiguan los observadores internacionales. Así que, al menos en lo
que respecta a este punto, nada hay que objetar a Chávez, ni mucho menos se le
pueden dar lecciones de democracia. Sobre todo cuando los que pretenden
impartirlas son precisamente los que corrieron a celebrar el fallido golpe de
Estado que el presidente electo sufrió en el año 2003. Quienes tengan memoria
recordarán que Pedro Carmona, a la sazón presidente de la patronal venezolana,
con el apoyo de un grupo de militares, se autoproclamó presidente de Venezuela.
Y recordarán también cómo las élites políticas y mediáticas de Canarias y de
España se apresuraron a apoyar al golpista Carmona que iba a traer nada menos
que la democracia a Venezuela. Claro que el golpe falló y luego cada uno salvó
la cara como pudo, en un alarde más de desvergüenza.
Mas como en alguna otra
ocasión he señalado, la democracia, para ser tal, no sólo ha de ser
procedimental sino que también tiene que ser sustantiva. Porque una democracia
sólo tiene su razón de ser en tanto que garante de los derechos humanos y éstos
no son sólo los civiles y políticos, sino también los derechos económicos,
sociales y culturales. Y si atendemos a esta dimensión de la democracia,
debemos reconocer los avances conseguidos por la revolución bolivariana, toda
vez que en los años en los que gobernó Chávez la pobreza se redujo en Venezuela
en un 50 por ciento, según un informe de 2011 elaborado por la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que es una de las cinco
comisiones regionales de las Naciones Unidas. Así que a Chávez se le podrá
reprochar no haber erradicado la pobreza, que lo hecho no es suficiente para
construir una sociedad igualitaria, que una democracia genuina ha de ser más
participativa, incluso que su forma de gobernar es autoritaria y su retórica
excesiva e histriónica. Pero lo que no se puede hacer, en rigor, es llamarlo
dictador ni dejar de reconocer los logros democráticos y sociales alcanzados en
Venezuela en los últimos 14 años.
Sin embargo, muchos otros dirigentes políticos, han conseguido llevar a cabo progresos en sus respectivos países, con métodos poco ortodoxos.
ResponderEliminarDurante la época de Franco, gracias a la autarquía, España contó con un saldo muy positivo en la balanza comercial, por otro lado Hitler, también llegó al poder a través de un proceso democrático, por lo que me lleva a pensar que el marketing es más importante en la política de lo que parece, es cierto que no puede compararse los actos de uno con los de otro, pero si miramos el proceso de elección no se diferencian tanto.
De acuerdo en que no se debe tachar de dictador al primero que pase por no seguir el modelo capitalista, pero el máximo dirigente de un país no puede amenazar a una entidad bancaria con expropiarla si no cumple sus exigencias, pero será que la espada de Simón Bolívar te hace crecerte por televisión.
Gran artículo, profe :)