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los 100 días de iniciar su segundo
mandato, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha vuelto a sacar a la
palestra el tema de Guantánamo. Asegura el presidente que sigue creyendo que
hay que cerrar la controvertida prisión y que si no lo ha hecho antes es porque
el Congreso no se lo ha permitido. Acaso los más escépticos se pregunten por
qué habrían de creer en las buenas intenciones de Obama si en los cuatro años
anteriores no cumplió su promesa. Y aunque no les falte razón a quienes así
piensen, lo cierto es que ahora hay más motivos para la esperanza. Y es que las
razones aducidas por el presidente no son morales sino pragmáticas, pues, a su
juicio, Guantánamo es caro e ineficaz, daña la imagen exterior de Estados
Unidos y reduce la cooperación internacional con sus aliados en la lucha
antiterrorista. Todo lo cual, ¡ay!, resulta mucho más convincente que apelar a
la obligación moral de respetar los derechos humanos. Así que esta vez, aunque
sea por puro interés, es posible que el Congreso ceda a las pretensiones de
Obama y se ponga fin a la barbarie de Guantánamo.
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