lunes, 13 de enero de 2014

Filosofía y novela negra

L
os Reyes Magos me trajeron tres novelas que yo expresamente les había pedido, así que no me puedo quejar. Un libro cada una de Sus Majestades de Oriente, supongo: El tiempo entre costuras, de María Dueñas; El héroe discreto, de Mario Vargas Llosa; y La última tumba, de Alexis Ravelo. Llevaba ya tiempo sin leer ningún libro que no fuera de filosofía y me apetecía volver a leer una buena novela, así que empecé por la de Ravelo con la certeza de que no me iba a defraudar. Y en efecto, tras su lectura entre los días 8 y 9, puedo constatar que Ravelo lo ha vuelto a lograr. Como ya me sucediera cuando leí La estrategia del pequinés, el recientemente galardonado libro del autor canario, premio de novela negra de Getafe en 2013, ha conseguido chafarme la siesta un par de días. Es empezar a leer y no poder parar.
            Me gustan los libros de Ravelo porque mantienen al lector en tensión desde el comienzo hasta el final; porque la trama, siempre intensa, con gancho, parece servir de pretexto para la crítica sociopolítica más mordaz, ésa que yo pretendo hacer con mis artículos y que Ravelo consigue a través de sus historias de manera sin duda mucho más brillante; y porque, a qué esconderlo, se desarrollan en Las Palmas de Gran Canaria, la ciudad en la que vivo y me vio nacer. Pero los libros de Ravelo me gustan también porque sus personajes, gente dura, de la calle, a veces cruel pero con cierto sentido de la ética, demuestran pasión por los libros. En las novelas del isleño siempre aparecen referencias a otros libros, incluso a libros de filosofía y eso es algo que un aspirante a filósofo como yo siempre agradece.
          Referencias como ésta: “Los libros de Filosofía le sudan la polla a todo el mundo”. Así de contundente se muestra Adrián Miranda Gil, el protagonista de La última tumba, en lo que, según yo lo interpreto, no es una crítica a la filosofía sino al mundo, es decir, a esa gran masa embrutecida que desprecia la filosofía. Miranda no se halla entre ellos, él no es universitario pero sí una persona leída y sabe de la importancia de esta disciplina. Como lo sabe Ravelo y lo muestra en este caso a través de Miranda, igual que antes lo había hecho a través de Eladio Monroy, el célebre protagonista de otros cuatro libros suyos. Miranda sabe que la filosofía es importante y Ravelo nos lo muestra no sólo cuando hace que el personaje se lleve consigo un libro de filosofía, sino, sobre todo, a través de las reflexiones del propio Miranda, quien una y otra vez insiste en la importancia del sentido, de no confundir los medios con los fines, como cuando señala tan kantianamente: “Quizá uno comienza a convertirse en criminal en el momento en que ve a las demás personas como medios y no como fines”. Filosofía pura que impregna las páginas de esta genuina novela negra.

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