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os indignados clamaban contra lo que dieron en llamar, acertadamente, el
PPSOE. Era una manera de señalar que aunque se trate de dos partidos políticos
distintos representan los mismos intereses, que no son precisamente los de la
mayoría. De ahí la proclama “No nos representan”, que si bien era un grito
contra la clase política en general y una denuncia de los déficits democráticos
del sistema representativo, apuntaba más que nada a los dos grandes partidos y
a la falta de diferencias entre ellos, sobre todo en lo que se refiere a las
políticas económicas y, ¡ay!, también sociales. Tenían razón los indignados,
como quedó probado tras la reforma de la Constitución pactada por el PPSOE en
el verano de 2011, elevando de ese modo a principio constitucional las
políticas de austeridad que tanto daño habían causado ya e iban a seguir
causando. Estábamos en la antesala de las elecciones generales y el aquelarre
del austericidio apenas había
comenzado.
Podemos es en buena medida
heredera del 15-M, lo que explica que sus líderes no hayan cesado de arremeter
contra lo que, también acertadamente, han venido denominando la casta, para
referirse a la clase política en general. Esa estrategia contribuyó a los
buenos resultados cosechados en las elecciones al Parlamento Europeo hace un
año, cuando sin ser aún un partido obtuvieron 5 escaños, y a que los andaluces
los premiaran con 15 diputados el pasado marzo: un resultado que ilusiona a un
partido que se presentaba por primera vez, pero a todas luces insuficiente para
liderar la transformación social en Andalucía, donde el PSOE y el PP siguen
siendo la primera y segunda fuerza política respectivamente. De un tiempo a
esta parte, sin embargo, la estrategia ha cambiado y ya no oímos al líder de
Podemos, Pablo Iglesias, arremeter contra el PPSOE, sino que, lejos de ello, no
ha cesado de insistir en que su adversario es el Partido Popular, la derecha.
Acaso Pablo Iglesias le
quitó las siglas SOE al adversario consciente de que sin los soecialistas sería imposible desbancar
al PP de las instituciones. Mas si PP y PSOE, junto a otros, conforman la
casta, entonces no parece que tras las elecciones autonómicas y municipales
celebradas el pasado domingo haya habido ese gran cambio que la progresía
española, salvo los militantes y simpatizantes de Izquierda Unida, se ha
apresurado a aplaudir. Y es que el PP sigue siendo el partido más votado en
España aunque haya perdido buena parte del poder territorial del que ha gozado
y abusado durante los últimos cuatro años. Además, la debacle pepera sólo es
posible con el concurso del PSOE y si, como hemos venido apuntando, no se distinguen
entre ellos, entonces el cambio no será tal. Así las cosas, por más que Podemos
haya conseguido entrar en las instituciones y que cuente con un importante
respaldo popular, de momento, como siempre, seguirán mandando los mismos. De
cómo ha ido la cosa en Canarias y de su antidemocrática ley electoral hablamos
otro día.
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