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l triunfo del SPD
(Partido Socialdemócrata de Alemania) de Olaf Scholz en las últimas elecciones
celebradas en septiembre en el país teutón ha llevado a que algunos analistas
hablen directamente del retorno de la socialdemocracia a Europa. En rigor, son
varios los países de la Unión Europea en los que gobierna un partido, o una
coalición, de izquierdas: desde los países nórdicos como Dinamarca, Finlandia o
Suecia, donde es tradición que gobierne la izquierda, hasta los países del sur
como Portugal o España, en los que es más habitual la alternancia política.
Pero la posibilidad de que un socialdemócrata vuelva a ser investido como
canciller en Alemania tras 16 años en los que la cancillería ha estado ocupada
por Angela Merkel, de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), marca un
hito en el devenir de la política europea. Y es que ya se sabe el peso que
tiene Alemania en la economía y en la política de la Unión Europea. Tanto es
así, que uno se plantea si no debería poder votar en Alemania, ya que parece
ser que es allí donde se toman las decisiones.
No es seguro que Olaf Scholz llegue
a formar gobierno, ya que la victoria del SPD ha sido ciertamente muy ajustada.
Sin embargo, Scholz está dispuesto a intentarlo, aunque para ello necesita
llegar a un acuerdo con Los Verdes y los liberales del Partido Democrático
Libre (FDP), toda vez que el líder socialdemócrata no quiere volver a reeditar
la gran coalición, es decir, un gobierno conformado por el SPD, de izquierdas,
y la CDU, de derechas. Decía un viejo conocido, profundamente de derechas, que
los ecologistas son como las sandías, verdes por fuera y rojos por dentro, y
aunque el análisis no sea excesivamente sofisticado, creo que en lo sustancial
tenía razón. Y si esto es así, entonces Scholz no debería tener demasiados
problemas para llegar a un acuerdo con Los Verdes; otra cosa es cómo casar los
principios de la socialdemocracia que defiende el SPD con el liberalismo propio
del FDP que, no en vano, es conocido sencillamente como el partido de los
liberales. Mas ni tan siquiera a este respecto debería haber demasiados
problemas, pues entre socialdemócratas y liberales no hay tantas diferencias,
al menos en lo que se refiere al denominado liberalismo igualitario.
En efecto, el liberalismo
igualitario y la socialdemocracia contemporánea no tienen diferencias
insalvables. De hecho, en Estados Unidos es esta suerte de liberalismo, frente
al liberalismo conservador de los autodenominados libertarians, el que juega el rol político que en Europa desempeña
la socialdemocracia. Algunas de las medidas implementadas por el presidente Joe
Biden serían un buen ejemplo. Como quiera que sea, lo que se me antoja
inimaginable es que, en el caso de que el acuerdo llegue a fraguar, los líderes
de la CDU, virtualmente en la oposición, se dediquen a tildar a los liberales
de felones, a Olaf Scholz de presidente okupa, a poner en cuestión la
legitimidad del Gobierno y a arremeter contra cualquier medida en materia de
política económica o social orientada a la protección de los derechos sociales, que también forman parte
de los derechos humanos, sin otro argumento que su descalificación como
comunista y bolivariana. Eso es más propio de las derechas hispanas, siempre
tan demócratas, que creen que regular el precio de los alquileres o subir el
salario mínimo interprofesional son ocurrencias de comunistas para romper
España.
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