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ay que ver
el revuelo mediático, social y político
que se ha armado a raíz de la última propuesta de Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda
y ministra Trabajo y de Economía Social, para abaratar los costes de los
alimentos. A decir verdad, no queda muy claro qué es lo que propone la
vicepresidenta, pues si en un principio parecía
que se trataba de fijar un tope
al precio de los alimentos indispensables, posteriormente se dio a entender que
lo que se pretende no es tanto poner un límite sino invitar a las grandes
distribuidoras de alimentos a que ofrezcan a los consumidores una cesta de la compra con productos básicos a un
precio económico para, de ese modo, ayudar a las familias a sortear la
inflación que anda en torno al 10 por ciento en general, pero, en lo que a la
compra del supermercado se refiere, alcanza ya el 30 por ciento. ¡Ahí es nada!
Que la propuesta de la ministra no sea del todo clara no es algo que deba extrañarnos demasiado, pues, aunque no siempre, la falta de claridad es una de las características de la que, según dicen, es la ministra mejor valorada. Y es que Yolanda Díaz forma parte del Gobierno por la cuota de Unidas Podemos, pero ella misma no se cansa de repetir que ni es de Podemos ni de Izquierda Unida, aunque tenga el carnet del Partido Comunista de España, que es la principal fuerza política de cuantas conforman Izquierda Unida. Yo, francamente, no consigo entenderlo, porque es como ser y no ser al mismo tiempo, lo cual atenta contra los más elementales principios de la lógica, como son el principio de no contradicción y el principio del tercero excluido. Y por si su relación con Podemos e Izquierda Unida no fuera lo suficientemente confusa, ahí está la ministra liderando ese proyecto sin líderes llamado Sumar, al margen de los partidos, que se supone que nace de la ciudadanía, aunque se diría que lo está alumbrando la propia Yolanda Díaz.
Si traigo a colación estos ejemplos no es sino para mostrar que, en efecto, la figura de la ministra de Trabajo y Economía Social es deliberadamente ambigua. Mas dicha ambigüedad no ha impedido que la vicepresidenta haya sido capaz en varias ocasiones de poner de acuerdo a agentes sociales tan antagónicos como los sindicatos y las organizaciones empresariales. De ahí que, pese a su falta de claridad, podamos ser moderadamente optimistas con respecto a que la ministra logre fraguar un consenso sobre la necesidad de implementar un conjunto de medidas, ya veremos cómo se concretan y si hay o no acuerdo, que consigan abaratar el precio de la compra, que, sobre todo para las familias más vulnerables, ha alcanzado unos niveles inasumibles. Y ello a pesar de que las derechas mediáticas, sociales y políticas insistan en la imposibilidad de llevar a cabo la propuesta de Yolanda Díaz. Tampoco se podía poner un tope al precio del gas ni bajar el IVA al consumo de energía eléctrica y finalmente se hizo. Y es que las leyes que regulan la economía no son leyes naturales y, por lo tanto, se pueden modificar.
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