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a semana pasada supimos que la ONU, ¡por fin!, había aprobado el primer
Tratado sobre el Comercio de Armas (TCA), algo que distintas organizaciones
venían reivindicando desde hace varios años. La aprobación del TCA ha sido
celebrada por muchos colectivos, entre ellos Amnistía Internacional, que lo considera
un gran logro que contribuirá a la protección de los derechos fundamentales de
millones de personas en el mundo. Y es que el tratado de marras prohíbe la
venta de armamento de distinta clase a aquellos países u organizaciones que
incurran en violaciones de los derechos humanos, lo cual es en sí mismo
positivo y por ello mismo lo celebramos.
Mas sin dejar de reconocer
el avance que supone que el comercio internacional de armas esté regulado por
primera vez, lo cierto es que la eficacia del TCA despierta más de una duda,
empezando por la que se refiere a las razones por las que habríamos de creer
que este tratado se va a cumplir y que no se añadirá a la larga lista de
resoluciones y tratados de la ONU que no se cumplen. Otro motivo para el
escepticismo es la duda sobre quién será el que decida qué países respetan los
derechos humanos y cuáles no. Pues a nadie se le escapa que la ONU no es
precisamente una organización muy democrática precisamente porque la capacidad
de decisión no es la misma para todos sus miembros. Los países más poderosos
son los que forman parte del Consejo de Seguridad y, dentro de éstos, los hay
con derecho a veto, los miembros permanentes, entre los que se encuentran
algunos que, como China, no tienen ningún respeto por los derechos humanos, y
otros como Estados Unidos que, aun constituyendo una de las más avanzadas
democracias del mundo, viola siempre que le interesa -Guantánamo sería el caso paradigmático- los derechos humanos de las personas. ¿Serán
estos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU los que tengan
que decidir a qué países se les pueden vender armas?
Por lo demás, todos
sabemos que la guerra constituye una de las mayores expresiones de violación de
los derechos humanos, así como sabemos también que en muchas de las guerras
participan las potencias occidentales -de nuevo Estados Unidos sería el paradigma- aunque lo hagan bajo el pretexto de proteger la
democracia y los derechos humanos, que es como decir, por paradójico y ridículo
que parezca, que se violan los derechos humanos para proteger los derechos
humanos. A resultas de lo cual, damos la bienvenida al TCA y deseamos que de
verdad contribuya a que disminuya el número de armas que circulan por el mundo,
pero lamentablemente no podemos ser demasiado optimistas en este sentido.
Aunque, eso sí, mejor con tratado que sin él, del mismo modo que mejor una ONU
imperfecta que ninguna.
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