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ras la caída del Muro de Berlín, en 1989, Francis Fukuyama se apresuró a
celebrar el triunfo definitivo del liberalismo sobre el socialismo en la pugna
por hacerse con la hegemonía ideológica mundial y, con ello, nada menos que el
final de la historia y la muerte de las ideologías. Sin embargo, un par de
décadas más tarde seguimos constatando que la historia no se detiene y que las
ideologías no sólo no han muerto sino que siguen dando frutos, siquiera sea
amargos. Y es que sólo si atendemos a razones ideológicas podemos entender
algunas de las leyes promovidas por el Gobierno, tales como la misteriosa nueva
ley del aborto que está preparando el moderadísimo Gallardón o la aberración de
la LOMCE, la ley de educación de Wert recientemente aprobada por el Consejo de
Ministros. La ideología es asimismo lo único que puede explicar la negativa de
la mayoría parlamentaria del PP a declarar el 18 de julio el día de condena del
franquismo, o que se le rinda homenaje a la mismísima División Azul. Y por si
todo ello fuera poco Aznar amenaza con volver. ¿Irá en serio o se trata de una
estrategia del partido para que la ciudadanía sea más comprensiva con las
incomprensibles políticas del gobierno de Rajoy?
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