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a muerte de Francisco Javier Romero Taboada, el hincha del Deportivo de La
Coruña que falleció en la batalla campal protagonizada por el Frente Atlético y
los Riazor Blues el pasado 30 de noviembre, ha hecho que en España se disparen
las alarmas ante la presencia de la violencia en el fútbol y en otros ámbitos
de la vida social, con el consiguiente eco mediático o, quizás, gracias
precisamente a la atención prestada por los medios de comunicación a este
asunto. Y es que, en efecto, durante días no ha habido tertulia radiofónica o
televisiva ni sección de opinión en la prensa escrita en la que no se haya
tratado una y otra vez el problema de la violencia. Desde luego parece claro
que la muerte de un hombre de forma tan absurda bien merece una reflexión
colectiva, pero tengo para mí que en muchas ocasiones el enfoque con el que se
pretende analizar esta cuestión no es del todo adecuado.
Mas antes de entrar en
este asunto no quisiera dejar de señalar mi sorpresa ante la atención mediática
que esta cuestión ha concitado. Y no porque el tema no lo merezca sino porque
en España llevamos mucho tiempo viendo cómo la violencia machista se ceba sobre
las mujeres y son ya muchas las que han muerto a manos de sus maridos, parejas
o exparejas sin que ello haya ocasionado nunca tal revuelo mediático. Todos
sabemos que cuando se ha perpetrado un crimen de estas características los
medios de comunicación informan del suceso pero no le dedican un lugar central
en todas las tertulias políticas ni espacios informativos durante tantos días.
Y así las cosas la indignación de muchas mujeres ante la diferencia de trato es
absolutamente razonable. Será que el fútbol sigue siendo cosa de hombres.
Lo que acabamos de decir
con respecto a la violencia de género bien podríamos extrapolarlo a otras
formas de violencia que están presentes en nuestra sociedad diariamente, con
sus víctimas y sus victimarios, y que sin embargo no suelen constituir el
objeto de análisis de nuestros sesudos tertulianos. Sin embargo, no es sobre
eso sobre lo que yo quisiera hoy mostrar mis discrepancias, sino sobre otro
asunto en el que todo el mundo parece estar de acuerdo, siquiera sea de forma
tácita. Y es que cuando uno presta atención a los planteamientos de los
analistas y las informaciones pretendidamente objetivas relativas a la
violencia se queda con la sensación de que no sólo nuestra sociedad es violenta
sino que es más violenta ahora que antes. Un antes que, por descontado, no se
concreta nunca a qué momento histórico se refiere. ¿Es nuestra sociedad más
violenta que en los años 30, cuando los españoles se enfrentaron entre sí en
una cruenta guerra civil? ¿Acaso la España franquista fue menos violenta que la
actual? ¿Y la de los inicios de la democracia, cuando, por poner un ejemplo,
todavía los profesores pegaban en los colegios? Nuestra sociedad es violenta,
sí, pero menos que antes. De esas violencias del presente hablamos otro día.
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