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l pasado martes
tuvimos ocasión de disfrutar del José María Aznar más profesoral, quien en una
suerte de apropiación, más bien indebida, del célebre “como si” kantiano,
aconsejaba a Pablo Casado, su fiel discípulo más aznarista que el propio Aznar,
“confrontar con el Gobierno como si
Vox no existiera y confrontar con Vox como
si el Gobierno no existiera”. Cada uno podrá interpretar el consejo como
considere, pero tengo para mí que si el expresidente del Gobierno se permitió
dar esta lección a su pupilo es porque, a su juicio, el ahora líder de los
populares se deja influir demasiado por Vox, en su crítica al Gobierno, y por
el Gobierno, en su afán de tomar distancia de Vox. Y miren ustedes por donde
que por una vez y sin que sirva de precedente voy a estar yo de acuerdo,
siquiera sea parcialmente, con el representante hispano del trío de las Azores,
referente intelectual de la derecha española, solo superado en sus reflexiones
filosóficas por el nunca bien ponderado Mariano Rajoy.
Y es que, aunque la influencia del
PSOE, no digamos ya de Podemos o Izquierda Unida, es decir, los partidos del
Gobierno, en Pablo Casado cueste tanto vislumbrarla que se diría inexistente,
no cabe duda de que la competencia de Vox, así como la dependencia de sus votos
para mantener el Gobierno en comunidades como Madrid, Andalucía o Murcia, ha
hecho que el PP copie y haga suyas las maneras y propuestas, hasta las más
excéntricas, del partido liderado por Santiago Abascal, otrora miembro del PP y
hoy socio acusador siempre dispuesto a tachar a su antiguo partido de haberse
convertido en la derechita cobarde. Es por ello que tiene sentido que Aznar
exhorte a su discípulo a apartarse de Vox en su crítica al Gobierno, y hasta
sería digno de encomio, en aras de la moderación y del retorno a la senda de la
oposición racional, si no fuera porque los consejos de Aznar tuvieron lugar en
el foro España ante un cambio de régimen,
más propio de un partido ultra que de un espacio académico como es la
Universidad Francisco de Vitoria donde se celebró.
Para la hemeroteca
quedan otras lecciones aznarianas como la que el expresidente dejó al afirmar que
el único defensor que queda de la Constitución es “el PP y poco más”, o que el
PSOE ya no es un partido constitucionalista. Solo le faltó terminar
parafraseando a Luis XIV con un solemne la
Constitución soy yo, o, mejor aún, la
Constitución es el PP y el PP soy yo. Todo lo cual nos lleva a concluir que
Aznar, además de al “como si” kantiano, le ha cogido afición a la dialéctica, a
juzgar por su propensión a la contradicción. Y es que nada hay tan dialéctico
como aconsejar distanciarse del partido de Abascal mientras con el traje de Vox
puesto y lo más abascalianamente imaginable se traza un diagnóstico de España
como el que dibujó Aznar en su diálogo con Pablo Casado.
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