viernes, 19 de febrero de 2021

¿Una democracia plena?

 

P

ablo Iglesias lo ha vuelto a hacer. Una vez más ha conseguido soliviantar al patio político y mediático con sus reflexiones sobre la calidad de la democracia española. Y es que, según Iglesias, “en España no hay plena normalidad democrática”. Lo ha dicho en varias ocasiones en los últimos días y, al menos en la primera de ellas, lo afirmó en calidad de vicepresidente del Gobierno, que es lo que no le perdonan los más críticos con las palabras del líder de Podemos. Es así que desde el otro lado del Gobierno, han sido varias las ministras que se han lanzado a discrepar públicamente de la denuncia de Iglesias, insistiendo en que España es una de las pocas democracias plenas que existen en el mundo según la revista The Economist. Tal es la indignación, que hasta la asociación La España que reúne ha presentado un manifiesto, firmado por antiguos dirigentes del PSOE, el PP y Ciudadanos, entre otros, en el que se pide que Pedro Sánchez destituya a Pablo Iglesias.

            A mi juicio, el concepto de democracia plena que emplea The Economist y enarbola la España biempensante no puede ser más desafortunado, pues se diría que cuando una democracia alcanza su plenitud ya no puede seguir avanzando en calidad democrática. Y es que cuando se afirma que España es una democracia plena se está diciendo que es una democracia completa, luego no le falta nada y no puede mejorar. Ello no casa bien con la escala que la propia revista establece, porque España ocupa el puesto 22, lo que significa que hay otras 21 democracias que son más plenas, lo cual es un sinsentido: si son democracias plenas deberían estar todas al mismo nivel o, sencillamente, cambiar el calificativo de plena por otro más preciso. Sea como fuere, que España ocupe el puesto 22 de las democracias mundiales es una buena noticia, pero ello no significa que nuestra democracia no sea manifiestamente mejorable ni que las críticas de Iglesias, que bien pueden entenderse como autocríticas, no sean pertinentes.

            El filósofo español José Luis L. Aranguren distinguió la “democracia establecida”, la democracia realmente existente, de la “democracia como moral”, régimen ideal, siempre por realizar, que constituye el fundamento de la democracia establecida y ha de servir, asimismo, de instancia crítica desde la que vigilar la democracia establecida en aras de su mejora y superación. Y si asumimos la validez de la perspectiva de Aranguren, entonces creo que las críticas de Iglesias a la democracia española no están en absoluto fuera de lugar. Y es que más allá de la anomalía democrática que supone que los líderes independentistas estén en la cárcel o en el exilio, España presenta algunos déficits democráticos insoslayables: los ataques a la libertad de expresión, la quimera de la separación de poderes, la pestilencia de las cloacas del Estado, el trato a los migrantes en Canarias, la desigualdad entre hombres y mujeres son solo algunas muestras de las faltas democráticas de España, amén de los inaceptables niveles de pobreza, una violación de los derechos humanos económicos, sociales y culturales en toda regla, que hacen que la democracia española siga estando muy lejos de su plenitud.

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