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n su célebre
ensayo titulado El existencialismo es un
humanismo, Jean-Paul Sartre señala que “el hombre es libertad”. Ello es
así, nos dice el filósofo existencialista, porque en el ser humano “la
existencia precede a la esencia”, lo que viene a significar que el hombre no
dispone de una naturaleza que lo defina y, por lo tanto, tiene que definirse a
sí mismo, tiene que hacerse a sí mismo. Así, pues, el hombre, primero existe y
luego se define, por lo que el ser humano no es otra cosa que proyecto. Cada
uno de nosotros debe por lo tanto decidir quién quiere ser, y habrá de
construirse a sí mismo, de realizarse como proyecto, a base de elecciones. Es
por ello por lo que Sartre concluye que “el hombre está condenado a ser libre”.
En efecto, no podemos escapar de nuestra libertad, puesto que, lo queramos o
no, tenemos que elegir, y si elegimos no elegir, ello sería ya una elección.
En
opinión de Antonio Perdomo Betancor, esta concepción antropológica según la
cual lo característico de la condición humana es la libertad vendría a ser
incompatible con las tesis que cuestionan la meritocracia, tal como el propio
columnista señala en un artículo titulado precisamente “La negación de la
meritocracia”, publicado en La Provincia
/ Diario de Las Palmas el pasado 8 de junio. Perdomo Betancor critica la
posición sostenida por el filósofo Michael J. Sandel, quien en su último libro,
La tiranía del mérito, afirma que la
posición social que ocupa un individuo, incluso en las consideradas sociedades
abiertas, no se debe tanto a los méritos individuales sino a su origen social. Y
en opinión de Perdomo Betancor, negar la meritocracia supone arrebatarle al ser
humano su condición de sujeto moral y reducirlo a mero objeto, desposeído de su
naturaleza, sometido a una suerte de “determinismo rígido” incapaz de llevar a
cabo ninguna elección.
En
alguna otra ocasión he defendido que, tal como señala Sartre, lo característico
de la condición humana, más que de la naturaleza humana, es la libertad. Pero
ello, contrariamente a lo que piensa Perdomo Betancor, no implica aceptar sin
más la defensa de la meritocracia que, en el fondo, no es sino una
justificación de las desigualdades sociales y, en última instancia, de los
privilegios de las clases más favorecidas, con lo que, en el colmo de la
indignidad, se le atribuye a los pobres la responsabilidad de su pobreza. Cuando
Sartre afirma que “el hombre está condenado a ser libre”, no se refiere, ni
mucho menos, a que la posición social que cada uno ocupe se deba a sus
elecciones y, en definitiva, a sus méritos. Sino que alude al hecho universal
de que el ser humano, al no disponer de una naturaleza que lo defina, tiene que
elegir cómo actuar, tiene que ajustar su comportamiento a la situación. Por lo
tanto, lo que se debe a sus propias elecciones es lo que cada individuo es, no el puesto que ocupa en la escala
social que, en buena medida, le viene dado.
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