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penas quedan
unas horas para que la reforma laboral, la reforma de la reforma, en realidad,
se someta a su ratificación en el Congreso de los Diputados y, en el momento en
que escribo esta columna, el Gobierno aún no las tiene todas consigo. Y no las
tiene porque las fuerzas políticas de izquierdas que apoyaron la investidura de
Pedro Sánchez, ERC, Bildu, BNG y la CUP,
consideran que la reforma laboral que el Gobierno pretende aprobar es a
todas luces insuficiente. Lo cual no resulta descabellado si tenemos en cuenta
que buena parte de los analistas, que habrán leído el texto, afirman que la
reforma que proponen el PSOE y Unidas Podemos, los dos partidos que conforman
la coalición del Gobierno, mantiene intacto el 80 por ciento de la reforma
laboral que en su día aprobó el PP y que los partidos que hoy gobiernan habían
prometido derogar hasta que, Nadia Calviño mediante, la derogación total devino
en derogación parcial y finalmente en lo que terminaron acordando la patronal,
los sindicatos mayoritarios y el propio Gobierno.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, insiste en que cree que al final se podrá llegar a un acuerdo para que la nueva norma salga adelante con el apoyo de las fuerzas políticas de izquierdas y no con el de Ciudadanos, que ya ha dado el sí. Se entiende que la ministra, del sector de Unidas Podemos del Gobierno y militante del Partido Comunista, prefiera el apoyo de las fuerzas progresistas al de los liberales, pero no deja de sorprender que, si la reforma es tan buena como Yolanda Díaz plantea, a la ministra le importe tanto de dónde vengan los apoyos, toda vez que lo verdaderamente importante, como la propia ministra no se cansa de repetir, es mejorar la vida de la gente, fundamentalmente de la gente trabajadora, la gente de a pie, que es lo que se supone que conseguirá esta reforma en el caso de que finalmente se apruebe, independientemente de las siglas de las que procedan los votos.
Díaz confía en que los republicanos catalanes, y los que están haciendo piña con ellos en este asunto, terminen pasando por el aro porque, a su juicio, es muy difícil decirle que no a esta reforma que, según ella, es una reforma histórica y constituye un cambio de paradigma en las relaciones laborales en España. Y añade que, en el caso de que los partidos de izquierdas no se sumen al acuerdo, tendrán que explicarles a sus electores, a los trabajadores, por qué se niegan a apoyar una norma que viene a mejorar su vida y prefieren mantener la reforma del PP como está ahora. Mas tengo para mí que quizás sea Díaz, el Gobierno en su conjunto, quien deba explicar a los votantes de izquierdas por qué pudiendo sacar adelante una reforma laboral más progresista se conforma con esta acordada con los empresarios y los sindicatos. Y es que acaso la reforma laboral no responda al interés de la mayoría trabajadora y el Gobierno lo haya sacrificado en aras del consenso, en lugar de haber optado por el disenso frente a la patronal y la derecha liderando una reforma laboral más justa y ambiciosa, que es lo que de un gobierno que presume de izquierdas cabría esperar.
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