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s el ser humano
un ser inteligente? Quizás alguien piense que se trata de una pregunta
retórica, pero créanme si les digo que no lo es, al menos, no lo es en su
totalidad. Y es que ciertamente hay razones por las que podemos plantearnos si
el ser humano es realmente un ser inteligente. Por supuesto que hay argumentos
de sobra que avalarían la afirmación según la cual el hombre es un animal
inteligente, hasta el punto de que sería precisamente su inteligencia la
característica definitoria del ser humano que, no en vano, ha sido definido
como el animal racional. Pero aun si identificáramos sin más la razón con la
inteligencia, ocurre que no está del todo claro qué es lo que podemos entender
por razón, qué comprende el término de inteligencia, pues uno y otro concepto
se pueden entender en sentidos más o menos amplios o restringidos. Y es que la
razón es una, pero, parafraseando a Aristóteles, se dice de muchas maneras.
Sin duda, lo que nos permitiría
definirnos a nosotros mismos como seres inteligentes es precisamente el hecho
de que seamos seres dotados de razón. Una razón que está íntimamente vinculada
al lenguaje, tal como señala Ernst Tugendhat, uno de los grandes filósofos de
la actualidad, quien afirma que es el lenguaje el que nos permite deliberar, es
decir, preguntarnos por las razones por las que deberíamos tener por verdaderas
determinadas creencias acerca de la realidad o creer que deberíamos actuar de
este u otro modo. Así pues, la razón nos
permite alcanzar un conocimiento teórico del mundo, pero también posibilita diseñar
estrategias para alcanzar nuestros fines e incluso, aunque de un modo bastante
más discutible, decidir cuáles de esos fines son preferibles desde un punto de
vista moral. Todo lo cual nos lleva a considerar que la inteligencia puede ser
comprendida como esa capacidad para aprender y llevar a cabo razonamientos
lógicos y abstractos, así como para resolver problemas, lo que habría de
permitir una mayor capacidad de adaptación al entorno y, en un nivel aún más
elevado, distinguir el bien del mal, la justicia de la injusticia.
Ocurre
que la razón y la inteligencia así entendidas parecerían no tener nada que ver
con los sentimientos y las emociones. Sin embargo, tengo para mí que los
sentimientos humanos están íntimamente vinculados a la inteligencia pues solo
un ser inteligente, dotado de razón, puede sentir al modo en que lo hacemos los
humanos, que es lo que, a mi juicio, trató de expresar María Zambrano cuando resaltó
esa otra dimensión de la racionalidad humana que es la que ella dio en llamar
la razón poética. De ahí que la inteligencia deba incluir también la capacidad
para gestionar las propias emociones, como desde la psicología ha señalado
Daniel Goleman. Y desde esta comprensión amplia de la razón y la inteligencia,
cobra sentido la pregunta de si se puede considerar inteligente un ser al que
tanto le cuesta ser feliz, un ser que ha logrado unas cotas tan altas en lo que
al progreso científico-técnico se refiere, pero que se revela incapaz de
avanzar al mismo ritmo en la lucha contra la injusticia, y que, en última
instancia, parece estar empeñado en autodestruirse por la vía rápida del
holocausto nuclear o por la más lenta pero inexorable del cambio climático.
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