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a paz es un
deber de la razón pura práctica, un deber moral, pero no es el estado natural
de los hombres, sino que debe ser instaurada por la vía del derecho. Esto es lo
que afirma Immanuel Kant en su célebre ensayo Hacia la paz perpetua. Un esbozo filosófico, donde se esmera en
señalar cuáles han de ser las condiciones para alcanzar una paz duradera. Como
se sabe, Kant es el filósofo más destacado de la Ilustración y uno de los más
importantes de toda la historia de la filosofía universal y, curiosamente, este
filósofo alemán (aunque entonces Alemania no existía como la conocemos hoy) era
de Königsberg, una ciudad a la sazón prusiana que actualmente forma parte de
Rusia, miren ustedes por dónde. Y es que el baile de fronteras como
consecuencia de las guerras ha sido una constante en Europa durante siglos.
Anécdotas aparte, lo cierto es que Kant pensaba que a través del derecho sería
posible que alcanzara la paz perpetua incluso un pueblo de demonios con tal de
que estos fueran seres racionales, seres con entendimiento.
Lo primero para alcanzar la paz, en
este caso interior, es que se funde el Estado republicano, aquel en el que los
individuos son al mismo tiempo súbditos y ciudadanos, es decir, donde la ley es
la misma para todos y obliga a todos (los súbditos) por igual, pero donde, al
mismo tiempo, cada uno (como ciudadano) solo obedece aquellas leyes a las que
ha dado su consentimiento. De este modo, se respetan los principios de igualdad
y libertad jurídicas imprescindibles para lograr la paz perpetua dentro del
Estado, así como para evitar la guerra contra otros Estados. Y es que en la
constitución republicana son los ciudadanos los que han de decidir si ir a la
guerra o no, a sabiendas de que serán también ellos los que acarreen con los
costes y sufrimientos de la misma. Nada que ver con los Estados en los que los
súbditos no son ciudadanos, donde, según denuncia Kant, “la guerra es la cosa
más sencilla del mundo, porque el jefe del Estado no es un miembro del Estado
sino su propietario, la guerra no le hace perder lo más mínimo (…) y puede, por
tanto, decidir la guerra, como una especie de juego, por causas
insignificantes”.
A la luz de la invasión de Ucrania,
se diría que Kant tenía razón en este punto, pues todo indica que Putin se
comporta como si fuera el dueño de Rusia y, de hecho, hablamos de la guerra de
Putin contra Ucrania. Por lo demás, para garantizar la paz entre los Estados,
Kant insiste en que se debe constituir una federación mundial de Estados
libres, de modo que las relaciones entre los miembros queden reguladas por el
derecho de gentes y que los ciudadanos de cada Estado puedan transitar
libremente por el territorio de los demás Estados, que es lo que Kant llamaba
derecho cosmopolita. Y ante el fracaso de la ONU y del derecho internacional,
instrumentos incapaces de evitar las guerras, y de la mala gestión de los
movimientos migratorios en el mundo en general, y en Europa en particular, solo
podemos concluir que el derecho, contra lo que señala Kant, se ha revelado
insuficiente para lograr la paz perpetua, acaso porque a los demonios que a
veces somos los seres humanos nos falta el entendimiento necesario para
doblegar nuestra voluntad autodestructiva.
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