jueves, 10 de febrero de 2011

El pacto social

E
l pacto social, que bien podríamos denominar pacto antisocial, al que han llegado el Gobierno, la patronal y los sindicatos mayoritarios ha sido descalificado por Pío García Escudero, máximo representante del PP en el Senado, como el Pactito Feo. El líder impopular hizo su descalificación ante el mismísimo ZuperPresidente y la basó en dos argumentos: el hecho de que en la redacción del acuerdo no participaran más grupos parlamentarios, de ahí lo de pactito, y el grave recorte de las pensiones que supone el mismo, de ahí lo de feo. Hay que reconocer que la ocurrencia de García Escudero tiene su gracia, y que tendría mucha más si no fuera porque lo que Zapatero y los líderes de los agentes sociales han firmado constituye un nuevo y sangrante golpe al Estado de bienestar. Pero lo que también tiene su gracia es que sea precisamente el Partido Popular el que se erija en pretendido defensor de los derechos sociales, cuando el pacto de marras cuenta hasta con el beneplácito de su admirada y líder de la derecha europea, Angela Merkel.
            Y es que la canciller alemana, que por lo visto es algo así como la presidenta oficiosa, jefa en cualquier caso, de la Unión Europea, estuvo de visita en España pasando revista a las medidas que el Gobierno ha puesto en práctica y salió del todo satisfecha, pues, a su juicio, España ha hecho sus deberes y las reformas van por el buen camino. Ante los elogios de la teutona, no se entiende a qué vienen las discrepancias de los impopulares frente a un gobierno que está haciendo todo lo que las luminarias neoliberales aconsejan, es decir, exigen. Como tampoco se entiende que Comisiones Obreras y UGT, organizaciones que todavía se conciben a sí mismas como sindicatos de clase, hayan suscrito un pacto en virtud del cual los trabajadores, y entre ellos los peor posicionados, son, como siempre, los que más pierden.
            Por mi parte, hago como hiciera Ignacio Ramonet cuando pidió que le dejaran votar en Estados Unidos arguyendo que el gobierno de ese país, liderado a la sazón por George W. Bush, ejercía como si de un gobierno mundial se tratase: ¡quiero votar en Alemania!, reclamo yo, ya que es allí donde según parece se toman las decisiones que nos afectan a todos, empezando por los que, como quien suscribe, tenemos cierta edad, nos hemos pasado la mitad de nuestra vida laboral en el paro y sabemos, porque aún sabemos contar, que no llegaremos a cobrar la pensión completa ni aunque trabajemos hasta los 67. Y eso contando con que en unos años no se lleven a cabo nuevas reformas, es decir, recortes, de las pensiones. Aunque donde realmente quisiera yo poder votar es en los mercados, ese ente metafísico donde los haya, intangible, de cuya existencia sabemos más bien por las consecuencias, éstas sí del todo tangibles, de sus exigencias. Y es que hasta la propia Merkel señala que todas estas reformas antisociales hay que llevarlas a cabo para satisfacer las demandas de los mercados, única forma, según ella, de garantizar el bienestar de Europa, por más que dicha garantía consista, para asombro nuestro, en la progresiva destrucción del bienestar que se pretende salvar. 

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