viernes, 25 de febrero de 2011

La economía no entiende de derechos

D
ecía Muamar el Gadafi en El libro verde que el problema fundamental del poder político se resuelve mediante la democracia y que ésta sólo puede consistir en el poder del pueblo, lo que le lleva a recelar de la democracia representativa, pues, a su juicio, “la representación es una impostura”, y a abogar por una suerte de democracia participativa que se estructura a partir de congresos y comités populares. Ahora, y tras 41 años en el poder, dice ser el líder de la revolución y trata de mantenerse en el machito a base de bombardear a ese pueblo que, según él mismo afirma, “no puede ser sustituido por nadie”. No quiere darse cuenta de que hace tiempo que dejó de liderar ninguna revolución, que la revolución es la que está en la calle exigiendo su retirada y que el protagonista de esa revolución son los miles de personas que se han hartado de su tiranía, las miles de “ratas” que exigen libertad y dignidad. Mas afortunadamente, y a pesar de la barbarie, el pueblo no se ha arredrado y todo apunta a que más pronto que tarde Gadafi será derrocado. El precio será alto, ya lo está siendo con cientos de muertos, muertos que el dictador podría haber evitado y por los que, espero, sea juzgado y castigado.
            Gadafi es otro más de esos dictadores de la otra orilla del Mediterráneo, otrora enemigo número uno, más tarde amigo y, ahora, al socaire de las revueltas, enemigo otra vez de un Occidente que no tiene vergüenza. Me pregunto si no vamos a aprender nunca, si alguna vez dejaremos de primar los intereses económicos sobre los derechos humanos, esa plasmación de nuestros grandes valores que constituyen nuestra mayor aportación a la humanidad y que, sin embargo, no nos cansamos de pisotear. Y es que mientras abjuramos de Ben Ali, Mubarak o Gadafi, seguimos riendo las gracias a otros gobiernos para los que los derechos humanos no son más que papel mojado. Es el caso de China, segunda potencia económica del mundo y a la que no dejaremos de agradecer que compre deuda española, aunque lo haga con dinero manchado de indignidad. Y qué decir del Gobierno de Marruecos y su líder espiritual y político Mohamed VI, a quien no se puede ofender por intereses estratégicos ni siquiera cuando el denominado “campamento de la dignidad” fue desmantelado violentamente, en un nuevo alarde de desprecio a los derechos humanos.
            Pero acaso el colmo de la hipocresía la haya protagonizado el grupo de congresistas del PP, PSOE y CIU que encabezado por José Bono viajó hace unas semanas a Guinea Ecuatorial. Hasta la ex colonia española se trasladaron todos en comandita a ver si el dictador Teodoro Obiang, que está forrado desde que Guinea Ecuatorial se convirtió hace unos años en el tercer productor de petróleo del África subsahariana, tiene a bien facilitar la inversión de empresas españolas en ese país que Obiang gobierna con mano de hierro como si de su hacienda particular se tratase. Y es que la economía no entiende de derechos.

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