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egún el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el 24 por ciento de los jóvenes españoles ni estudia ni trabaja, lo que los convierte en integrantes de eso que más
despectiva que descriptivamente se ha dado en llamar generación ni-ni.
Pertenezco a una generación que en su día fue llamada la generación X, no sé
muy bien por qué, y aunque nací en el 69, supongo que eso no tiene nada que ver,
pese a que no puedo asegurarlo. Lo que sí sé es que mi generación también fue
tildada como la generación del pasotismo por aquellos que durante mucho tiempo,
y aun hoy, presumían de haber luchado contra el franquismo y por la democracia,
olvidando que Franco murió tranquilamente en su cama, a punto de cumplir 83
años y siendo jefe del Estado, al tiempo que nos acusaban a nosotros de
inmovilistas y de ser incapaces de luchar por nada.
Nosotros, a los que creo
que injustamente se nos trató de pasotas, también fuimos un día la generación
mejor formada de nuestra historia y por ello mismo la generación del
desencanto. Y es que siendo como éramos los hijos de Mayo del 68 y de la
Transición, se nos prometió un futuro mejor que el de nuestros padres, acudimos
masivamente a la Universidad y al salir nos encontramos con un desolador
mercado laboral que algunos hemos venido padeciendo hasta hoy. Es por ello que
me niego a hablar de generación ni-ni y me indigna ver cómo personas de mi
propia generación lo hacen con un cierto aire de superioridad, como si la
madurez consistiera en arremeter contra la juventud.
Entre todos esos jóvenes
que ni estudian ni trabajan sin duda los habrá que son responsables de su
propia situación, pero tengo para mí que la gran mayoría es sencillamente
víctima de las condiciones sociohistóricas que le ha tocado vivir. Pues a pesar
de que quienes disponen de un empleo acorde a su formación y por ende gozan de
una cierta posición social tienden a pensar que es gracias a su esfuerzo, lo
cierto es que el mayor de sus méritos consiste en haber nacido en el mundo
desarrollado. Por lo demás, si tal como reza el informe de la OCDE los jóvenes
que ni estudian ni trabajan son el 24 por ciento, entonces el 76 por ciento de
ellos o trabaja o estudia o hace las dos cosas, con lo que a la expresión generación ni-ni le sobra precisamente
la palabra generación, ya que la inmensa mayoría de tal generación no es ni-ni.
Y muchos de ellos no sólo no son ni-ni sino que tienen una muy alta
cualificación y, sin embargo, se encuentran sin la menor posibilidad de acceder
a un empleo digno, tal como les ha ocurrido a los cientos de miles de
españoles, más de 37.000 canarios, que desde que empezó la crisis se han marchado
al extranjero a buscar trabajo.
Bueno, yo siempre he oído e interpretado lo de ni-ni como esos jóvenes que dejan los estudios y no buscan trabajo, sino que se limitan a vivir de sus padres mientras se pasan el día (y las semanas y los años) en la playa rascándose la barriga. No necesariamente pienso que al decir generación ni-ni la gente se refiera a toda la generación al completo.
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