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n alguna ocasión he señalado que el genuino Leitmotiv de la democracia no es otro que el de garantizar la
efectiva observación de los derechos humanos. De ahí que insista en que la
democracia, además de procedimental, haya de ser también sustantiva. Esa
convicción me ha llevado a afirmar, más de una vez, que haríamos bien en no dar
lecciones de democracia a Venezuela, toda vez que no sólo los procesos
electorales de los últimos años han cumplido con los requisitos formales exigibles
a cualquier procedimiento democrático, sino que, además, la revolución
bolivariana consiguió reducir la pobreza en un 50 por ciento en los años en los
que gobernó Hugo Chávez, tal como reconoce la propia ONU, lo cual constituye un
logro democrático indiscutible. Sin embargo, el actual presidente, Nicolás
Maduro, siguiendo la senda abierta por su mentor, ha emprendido un peligroso
viaje al hacer que Venezuela abandone la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
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