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l verano, precisamente por ser el período del año vacacional por
antonomasia, suele ser un tiempo de desconexión. En mi caso, me lo tomo tan a
pecho que apenas si leo algún periódico o escucho las noticias por la radio,
que suelen ser los medios por los que habitualmente me entero de cómo va el
mundo, ya que la televisión, aparte de que en mi casa está secuestrada por los
demás miembros de mi familia, la uso más bien para entretenerme. Tal es mi
distanciamiento de los medios de comunicación en los meses estivales que me
vine a enterar de que Madrid se jugaba frente a Tokio y Estambul la sede de los
Juegos Olímpicos de 2020 el mismo día en que se llevó el batacazo. Batacazo
que, por cierto, no es que celebre, pero tampoco lamento en demasía.
Y es que uno puede tener
cierta sensibilidad hacia todos aquellos españoles ilusionados por ver al fin a
la capital del reino convertida en sede olímpica, pero, qué quieren que les
diga, tengo para mí que la sugerencia de Nawal El Moutawakel, atleta marroquí y
miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), de que España invierta sus
recursos económicos en materias más importantes parece del todo acertada.
Porque no es de recibo que el Gobierno se dedique a recortar en derechos
sociales con el pretexto de la crisis y que encima tengamos que escuchar al ministro
de Economía, Luis de Guindos, decir que por supuesto que hay dinero para
sufragar las Olimpiadas. ¿De modo que el Estado no dispone de recursos para
pagar a profesores, médicos y demás profesionales de la Sanidad y la Educación,
y resulta que sí puede asumir el coste del caprichito olímpico de Alberto
Ruiz-Gallardón, Ana Botella y demás miembros del PP?
Mi desconexión estival de
la actualidad, como habrán inferido, ha llegado a su fin porque aunque en
términos estacionales aún estamos en verano, éste finaliza para mí justo cuando
acontece la vuelta al cole, por más
que sea entonces cuando la panza de burro decida retirarse del cielo de Las Palmas
y dejar paso al típico sol de septiembre, el mes de las calmas y del tórrido
inicio del curso. Un curso que este año se presume más complicado aún que el
anterior, con más recortes y la amenazante ley Wert en ciernes, tal como
reflejan las páginas de los periódicos que vuelvo a leer y las noticias que
vuelvo a escuchar. Y es que el mundo no ha parado en verano y la crisis sigue
ahí, y las angustias de los parados, y el miedo de muchas mujeres, y la gente
que se marcha, y la corrupción que no cesa, y la guerra en Siria, más
amenazante aún, y, en suma, la realidad, que, como el dinosaurio de Monterroso,
sigue ahí.
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