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l pasado jueves se celebró, como cada 17 de octubre desde 1993, el Día Internacional
para la Erradicación de la Pobreza. Esta fecha fue escogida por la ONU en
conmemoración de la concentración que ese mismo día de 1987 tuvo lugar en París
para rendir homenaje a las víctimas de la pobreza extrema, la violencia y el
hambre. Nada menos que 100.000 personas se manifestaron entonces en el mismo
sitio en el que en 1948 se firmó la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, para denunciar que la pobreza constituye una vulneración de los
derechos fundamentales de las personas. Veinte años después, ese atentado
contra los derechos humanos que es la pobreza sigue siendo una realidad, por lo
que la conmemoración del 17 de octubre sigue teniendo pleno sentido.
En la célebre Cumbre del
Milenio los gobiernos de los países miembros de la ONU se comprometieron a
reducir a la mitad la pobreza extrema en el mundo en 2015. A menos de dos años
de la fecha propuesta, nos encontramos ante un nuevo fracaso de las Naciones
Unidas, pues si bien es cierto que antes de la crisis la pobreza se había
reducido en casi todas las regiones del mundo, según la ONU, también lo es que
después de la crisis los procesos de disminución de la pobreza se han estancado
y que el hambre alcanzó sus máximas cotas en 2009. Además, la crisis económica,
que es también una crisis social, ha dejado a muchísimas personas sin empleo,
lo que ha traído como consecuencia que más individuos se encuentren en
situación de pobreza extrema.
El mal de la pobreza no es
sólo un problema de los países en vías de desarrollo. Afecta también, y mucho,
a los países más desarrollados, a los que forman parte de eso que se ha dado en
llamar el mundo rico. En efecto, en el mundo rico cada vez hay más pobres. En
España, según el informe de Cáritas, tres millones de personas, el doble que
antes de la crisis, están en situación de pobreza severa, lo que significa que
viven con menos de 307 euros al mes. Y más del 20 por ciento de los hogares
españoles, sin estar en situación de pobreza severa, ingresan menos de 14.700
euros anuales, que es lo que marca el umbral de la pobreza para un hogar
conformado por dos adultos y dos menores. En Canarias, la situación es aún
peor, pues en 2011 la pobreza alcanzaba a casi el 34 por ciento de la
población, una tasa alarmante que en 2013 seguramente se habrá incrementado. Y
todo ello cuando en España el número de millonarios ha crecido un 13 por ciento
en apenas un año, lo que pone de relieve, una vez más, que esta crisis que
estamos padeciendo no sólo es una estafa, sino que es, sobre todo, una
violación de los derechos humanos, un atentado contra la dignidad de las
personas que una sociedad pretendidamente democrática no puede permitir ni
dentro ni fuera de sus fronteras.
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