viernes, 27 de febrero de 2015

El argumento 'boelógico'

E
l hecho de que el Partido Popular se negara sistemáticamente a condenar en el Parlamento la dictadura franquista hasta el año 2002 da una muestra de cuál es la herencia ideológica de la derecha española, esa que se pretende la representativa del liberalismo y se halla, ¡ay!, tan lejos de los principios defendidos por autores como Locke, Kant, Stuart Mill o el mismísimo Adam Smith. Sus reaccionarias ideas en contra de los derechos reproductivos de las mujeres y del papel de la religión en la sociedad revelan que los principios del nacionalcatolicismo siguen siendo constitutivos del ideario pepero. Ahora, el nuevo currículo de la asignatura de Religión Católica publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) vuelve a poner de manifiesto la añoranza del PP de aquella España que se veía a sí misma como la reserva espiritual de Occidente.
            Y es que el BOE viene a señalar que Dios existe, en serio. En la historia de la filosofía, como bien saben nuestros alumnos de bachillerato y pronto dejarán de saber por obra y gracia del ministro Wert, ha habido distintos intentos de demostrar racionalmente la existencia de Dios, los cuales se resumen en tres: el argumento ontológico, el argumento cosmológico y el argumento físico-teológico, también llamado físico-teleológico. Sin entrar en detalles, me gustaría recordar que el propio Kant, por lo demás creyente, se encargó con gran lucidez de desmontar cada uno de estos argumentos y concluyó que la razón teórica es incapaz de probar que Dios exista, pues el conocimiento no puede traspasar los límites de lo empírico. Sin embargo, Kant no podía contar con la aparición de un nuevo argumento, el argumento boelógico podríamos llamarlo, el cual viene a consistir en derivar la existencia de Dios de afirmar y publicar en el BOE que Dios existe. Porque lo que se publica en el BOE es lo que es, si no ontológicamente, al menos sí oficialmente. De ahí la gravedad del asunto.
         Que el Estado afirme de manera oficial, a través de su propio boletín, que Dios existe no es una cuestión baladí. Al menos no lo es para quienes creemos que el Estado, si es social, democrático y de derecho, tiene que ser laico o aconfesional, que es lo mismo; es decir, tiene que ser independiente de cualquier confesión religiosa. Pues la laicidad del Estado no sólo no atenta contra la libertad religiosa, la libertad de culto, sino que es la única garantía, la mayor al menos, de que se respetan las creencias o increencias de cada cual, tal como se recoge en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero esto es algo que ni la Conferencia Episcopal ni el Partido Popular acaban de entender, acaso porque confunden Estado democrático de derecho con Estado teocrático de derechas.

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