C
|
ada vez que se produce un atentado terrorista vuelve a salir a la palestra
el debate entre libertad y seguridad. La discusión no es nueva y se remonta, al
menos, hasta el siglo XVII, cuando el filósofo Thomas Hobbes desarrolló su
funesta teoría del contrato social. El autor del Leviatán consideraba que los seres humanos somos malos por
naturaleza, razón por la cual en el estado natural, es decir, cuando los
hombres aún disfrutaban de libertad plena, antes de que se fundara el Estado y
se instaurara la autoridad pública, los individuos vivían en una situación de
guerra de todos contra todos. Y es para salir de tal situación que perjudica a
todos por lo que los hombres habrían decidido fundar el Estado mediante el
pacto social, un acuerdo en virtud del cual los individuos se comprometen a
ceder totalmente su libertad al soberano a cambio de que éste les brinde su
protección y garantice su seguridad. El contrato social es para Hobbes, pues, el
fundamento del Estado absolutista que él pretende justificar.
La concepción hobbesiana
del Estado, al menos en lo que se refiere a la relación entre libertad y
seguridad, es la que se halla detrás de todos los intentos de justificar los
recortes de libertades bajo el pretexto de ser más eficaces en la lucha contra
el terrorismo y, por ende, en la defensa de la seguridad. Mas se trata, en realidad, de un falso dilema, porque,
como ya hemos señalado en otras ocasiones, no es cierto que la libertad
constituya una amenaza contra la seguridad. Y es que en la modernidad, a pesar
de Hobbes, la legitimidad de las leyes descansa en la libre aceptación de las
mismas por parte de los afectados, lo cual hace que los individuos no sean
simples súbditos sino ciudadanos y que el Estado tenga como principal función
garantizar los derechos y libertades de los individuos. Tal es la seguridad a
la que aspiramos, la de ser libres, y por ello recortar la libertad para
salvaguardar la seguridad se revela una contradicción.
Esta contradicción no ha
impedido, sin embargo, que periódicamente aflore el falso dilema entre libertad
y seguridad. Ocurrió tras los atentados del 11-S en Nueva York, el 19-J en
Londres y el 11-M en Madrid, y todos sabemos las infaustas consecuencias que
para la libertad y los derechos humanos en general tuvieron las políticas pro
seguridad diseñadas desde entonces: la guerra de Afganistán, la guerra de Irak,
la infamia de Guantánamo… y hace un par de años supimos lo que ya
sospechábamos: la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos se
dedica al espionaje masivo de ciudadanos y gobernantes de todo el mundo. Ahora,
unos meses después de la barbarie de Charlie
Hebdo, es Francia la que ha anunciado que sus agentes podrán espiar a los
sospechosos sin necesidad de una autorización judicial. Y ante tanto ataque a
la libertad y a los derechos humanos por parte de los gobiernos de los países
democráticos, no puede uno dejar de sospechar que por más que el Estado se haya
redefinido como social, democrático y de derecho, la sombra de Hobbes siempre
está ahí y el Estado es siempre más Estado que social, más Estado que
democrático y más Estado que de derecho.
Si este artículo es de su interés, aunque esté en desacuerdo, no deje de compartirlo con sus contactos. Ellos se lo agradecerán y yo también.
ResponderEliminar