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os resultados de las elecciones suelen ser hasta cierto punto
imprevisibles, de ahí que analistas y políticos acostumbren a decir que la
única encuesta fiable sea la que sale de las urnas. Sin embargo, en lo que se
refiere a las recientes elecciones catalanas, hemos de reconocer que las
encuestas acertaron de pleno, pues tal como se había anunciado, las fuerzas
políticas independentistas obtuvieron una mayoría de escaños en el Parlament, aunque no consiguieron
recabar el apoyo de la mayoría de los votantes. Es por ello que desde los
partidos políticos españolistas, llamémoslos así, se han apresurado a señalar
que con menos de la mitad de los votos a favor de las fuerzas independentistas
no procede proclamar la prometida Declaración Unilateral de Independencia. Algo
en lo que, miren ustedes por dónde, han venido a coincidir con los
independentistas de izquierdas de la CUP.
La cosa tiene su gracia
porque al señalar esto los españolistas reconocen, siquiera sea implícitamente,
el carácter plebiscitario de las elecciones catalanas, lo cual habían venido
negando sistemáticamente durante la campaña electoral, si bien es cierto que de
una forma ciertamente contradictoria, toda vez que para captar votos lo mejor
que se les ocurrió fue insistir en el apocalipsis que asolaría a Cataluña al
día siguiente de proclamarse la independencia. Ahora, con los resultados a su
favor, los independentistas, al menos los aglutinados en torno a Junts pel Sí, afirman que seguirán con su programa ya que
cuentan con la legitimidad que les otorga la mayoría parlamentaria, aunque para
ello necesitarán el apoyo de la CUP que, de momento, no lo tienen. Es lo que
tienen los resultados electorales: se puede ser objetivo a la hora de sumar
votos o escaños, pero en lo que se refiere a la interpretación de los mismos
cada uno tira de su propia hermenéutica.
A mi juicio, se debe ser
cauteloso a la hora de valorar la legitimidad de las mayorías parlamentarias,
pues si la democracia es el autogobierno de los ciudadanos, no queda nada claro
que los representantes, por más que dispongan de mayoría absoluta, tengan
legitimidad para gobernar sin tener en cuenta la voluntad de los representados,
máxime si la mayoría parlamentaria de marras se obtiene sin el apoyo real de la
mayoría de los ciudadanos. Esto es lo que ocurre con la mayoría absoluta del PP
en el Congreso y lo que sucede con la mayoría absoluta de las fuerzas
independentistas en Cataluña. Así las cosas, parece claro que, como ha reconocido
la CUP, la Declaración Unilateral de Independencia habrá de esperar. Mas tengo
para mí que aun si los independentistas hubieran obtenido mayoría de votos no
habría sido legítimo proclamar la independencia, pues ése es un asunto que
deben decidir los catalanes directamente y no a través de sus representantes.
Es por ello que hoy, cuando las fuerzas políticas a favor de la independencia
de Cataluña cuentan con mayoría absoluta en el Parlament y tras haber obtenido casi el 48 por ciento de los votos,
no se puede seguir consintiendo que el Gobierno de España continúe negando a la
ciudadanía catalana el derecho a decidir. Y es que sólo mediante un referéndum
directo y vinculante sobre la independencia podremos saber si Cataluña quiere o
no seguir formando parte de España.
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