jueves, 10 de agosto de 2017

La gallina de los huevos de oro

Y
a no se puede uno ni ir de vacaciones. Se escapa uno una semanita a Fuerteventura, en realidad cinco días, que la cosa no está para demasiadas alegrías, y a la vuelta, después de ese tiempo bajo el sol majorero sin tan siquiera abrir un periódico, se encuentra con el país patas arriba porque, de repente, ha estallado un brote de turismofobia: así que en los escasos días que hemos sido turistas hemos estado expuestos, sin ni siquiera enterarnos, a los peligros de esta nueva forma de protesta que, según dicen, amenaza con acabar con la que es la primera actividad económica de España. Y es que los últimos actos en contra del turismo en Cataluña y Baleares han despertado las alertas de las élites económicas y políticas que temen que aquellos a quienes acusan de turismofobia consigan matar la gallina de los huevos de oro.
Desde luego no seré yo quien aplauda determinado tipo de actos violentos como los ataques a una guagua de turistas o a las instalaciones de una empresa de alquiler de bicicletas, por citar algunos de los altercados más sonados en los medios de comunicación en estos días, según he podido saber tirando de hemeroteca. Pero que uno esté en desacuerdo con este tipo de actuaciones no significa que deba aceptar acríticamente los desmanes de este motor de la economía que, sigamos con la metáfora, es más bien un motor de escasa cilindrada. Y es que el turismo, precisamente por su importancia, más aún en Canarias, merece ser objeto de reflexión crítica sin que por ello se nos tilde a quienes así pensamos de turimófobos. Pues si bien es cierto que el turismo constituye el pilar de la economía en las Islas y en buena medida ha contribuido a que la sociedad canaria actual sea mejor, desde prácticamente cualquier punto de vista, que la que era a mediados del siglo pasado, también lo es que no está exento de problemas.
El modelo desarrollista que se implantó en Canarias desde la década de los 60, similar al de otras zonas costeras de la Península o Baleares, es altamente agresivo y ha tenido como consecuencia, entre otros efectos negativos para el medio ambiente, la depredación del territorio, que es nuestro principal recurso. Además, a pesar de la riqueza y el empleo que genera, el turismo se ha revelado incapaz de sacar a las Islas de la pobreza, no consigue que el paro baje significativamente y, por lo general, los puestos de trabajo que crea son de poca calidad y, en muchas ocasiones, vinculados a la construcción, que es un negocio paralelo que vive del turismo y, paradójicamente, puede acabar con él. Así que, no nos engañemos, la gallina de los huevos de oro también defeca y los huevos que pone no son para todos: la clase trabajadora isleña mantiene con los grandes empresarios del turismo una relación similar a la que otrora mantenía con los caciques y exportadores agrícolas. Por ello urge que nos replanteemos el modelo de turismo que queremos, el modelo productivo, ¡y distributivo!, en general, si de verdad queremos que en Canarias se puedan alcanzar unas condiciones de vida propias de un país desarrollado. 

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