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ay una parte de la
izquierda española que está indignada con el independentismo catalán. Se trata de
sectores que sólo ven en el procés el
movimiento insolidario de las élites y no pueden entender que en él participen
voces de izquierdas que, a su juicio, habrían de ser antinacionalistas por
definición. Esta posición me parece discutible, entre otras cosas porque en el
seno del movimiento a favor de la independencia de Cataluña podemos encontrar
desde la derecha nacionalista hasta independentistas de izquierdas no
nacionalistas e incluso grupos de un marcado carácter libertario. La izquierda
es plural y el independentismo también. Más justificada resulta, a mi modo de
ver, la indignación que ha provocado en la izquierda española la comparación de
la España actual, un Estado social y democrático de derecho, con la España
franquista, un Estado fascista, por parte del independentismo catalán.
Se
trata, qué duda cabe, de una exageración del independentismo que resulta
ofensiva para las víctimas del franquismo. La democracia española tiene sus
déficits y en otras ocasiones nos hemos referido a ellos en estas páginas, y
sin duda habremos de seguir insistiendo en este asunto, pero no es comparable
con un régimen dictatorial como el del general Franco. No hay sino que asomarse
a las cunetas para comprobarlo. Mas si esto es así, entonces hemos de reconocer
que acusar a los independentistas de golpistas, como hace parte de la izquierda
española y seguramente la totalidad de la derecha no nacionalista, constituye
otra exageración que no se sostiene. Y es que tan ofensivo es para las víctimas
del franquismo establecer comparaciones entre la España de hoy y el régimen de
Franco, como equiparar el referéndum y la DUI con el golpe de Estado perpetrado
por Tejero o lo acaecido el 18 de julio del 36. De nuevo, las cunetas, los
pozos y las simas ilustran la diferencia.
La
última de las exageraciones injustificables a las que ha dado lugar el procés es la que consiste en comparar
las acciones llevadas a cabo por los denominados Comités en Defensa de la
República con los delitos perpetrados por ETA, que es lo que se hace cuando se
acusa a los miembros de los CDR de terrorismo, como hizo la Fiscalía. Menos mal
que el juez responsable del caso ha tenido el sentido común de rebajar la
acusación de terrorismo a desorden público. Y es que equiparar estos desórdenes
provocados por los CDR con los atentados terroristas es un disparate que habrá
de resultar ofensivo para las víctimas de ETA o del 11-M. Una vez más, los
tiros en la nuca, las bombas y los zulos marcan la diferencia. Todas estas
exageraciones son comparaciones odiosas, pero las dos últimas son más graves
pues, además de ser ofensivas, son peligrosas porque pueden traer consecuencias
penales para las víctimas de la exageración que supondrían un ataque más a los
derechos civiles y políticos en este país, algo que viene repitiéndose con
demasiada frecuencia desde que el partido de los novios de la muerte está
instalado en el Gobierno.
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