L
|
a filosofía está
de luto desde que en la madrugada del pasado 10 de abril nos dejara Javier
Muguerza. Está de luto la filosofía española, por supuesto, pues Muguerza fue, como
muchos otros han escrito ya, el filósofo español más influyente de la segunda
mitad del siglo XX. Pero está también de luto la filosofía iberoamericana, pues
nadie hizo tanto por impulsar la filosofía en español como Muguerza, para quien
la filosofía española no era sino un capítulo más de la producida por esa gran
comunidad que tiene al español como instrumento para el análisis y el
pensamiento filosóficos. Y diría incluso, sin temor a equivocarme, que está de
luto la filosofía en general, pues con Muguerza se nos va una figura de primer
orden mundial, como prueba la recepción que su obra ha tenido en países de
habla no hispana.
La filosofía está de luto.
Particularmente en Canarias, donde Muguerza ejercía una suerte de padrinazgo
filosófico desde su paso por la Universidad de La Laguna en los años 70. Y es
que, como en alguna ocasión él mismo me indicó, la mayor parte de quienes se
dedican a la filosofía en las Islas o bien fueron alumnos suyos o bien han sido
alumnos de sus alumnos. En mi caso creo poder decir que se dan las dos
circunstancias: fui alumno de sus alumnos en los primeros 90, pues algunos de
mis profesores en La Laguna habían tenido la suerte de recibir su magisterio,
y, unos años más tarde, cuando realicé el doctorado en la UNED, tuve la enorme
fortuna de que Javier Muguerza aceptara dirigir mi tesis doctoral. Una tesis
que yo, ingenuamente, le propuse hacer sobre el individualismo ético, es decir,
sobre su pensamiento, idea que él, con la modestia de los grandes sabios,
desechó al momento para sugerirme que trabajara sobre otro filósofo que también
había contribuido a desarrollar el individualismo en el ámbito de la ética:
Ernst Tugendhat. Quién me iba a decir a mí, en mis tiempos de estudiante de filosofía
en La Laguna, que algún día iba a publicar un libro con prólogo de Javier
Muguerza, me pregunté a mí mismo y al maestro cuando al fin el libro de marras
se publicó, sin obtener más respuesta que mi asombro y su rubor. Así era él.
La filosofía está de luto, pero nos
quedan, nos quedarán siempre, los recuerdos y sus textos. Entre los recuerdos,
me viene a la memoria, me ha venido en muchas ocasiones, la primera vez que lo
escuché. Fue en el viejo edificio de la Universidad de La Laguna. Yo estudiaba
el segundo curso de la carrera de Filosofía y Pablo Ródenas, un antiguo alumno
suyo y profesor nuestro, nos daba Filosofía de la Historia, una asignatura que
abordaba también cuestiones de filosofía política. Fue Ródenas, quién si no, el
que nos llevó a escuchar la conferencia de aquel filósofo importante como una
actividad más del curso sobre la que cada estudiante habría de redactar un
comentario. Allí estaba Javier Muguerza hablando de libertad, de igualdad, de
individualismo ético, de anarquismo… ¿Cómo no iba a quedar impactado un joven con
inclinación hacia las ideas libertarias como yo? Luego me llegarían sus textos,
el disenso, la perplejidad, el imperativo de la disidencia, la concordia
discorde, la razón como único asidero, razón en minúsculas, razón sin esperanza…
Y finalmente la persona, la que ya no está, a la que tanto debo, con quien
contraje una deuda impagable, mi maestro, mi amigo… Hoy la filosofía, ¡ay!,
está de luto. ¡Y duele!
No hay comentarios:
Publicar un comentario