jueves, 14 de noviembre de 2019

Para evitar las terceras


A
ún no habíamos superado la resaca electoral cuando Pedro Sánchez y Pablo Iglesias nos sorprendieron a todos, salvo a quienes se dedican a formular predicciones a posteriori, con el anuncio de un preacuerdo para formar un gobierno progresista. Tanto se les criticó por no haber sido capaces de alcanzar un pacto tras las elecciones del 28 de abril, que cabría suponer que la celeridad con la que ahora han llegado a un consenso habría de ser más un motivo de celebración que de pesadumbre, sobre si todo si nos atenemos al duelo nacional que los españoles, periodismo serio mediante, hemos exhibido por haber tenido que repetir las elecciones y por no disponer de un gobierno estable. Y, sin embargo, los mismos que entonces criticaron a los líderes del PSOE y de Unidas Podemos por no ser capaces de pactar, ahora los critican por haberse puesto de acuerdo tan rápidamente. A ver si nos aclaramos.
            A mi juicio, el hecho de que haya un preacuerdo es, como se desprende de lo dicho, una buena noticia, y, dada la situación de bloqueo que hemos venido padeciendo en los últimos meses, convendría, siquiera sea por una vez, tener la mirada más puesta en el futuro que en el pasado. Todo lo cual no quita para que legítimamente podamos preguntarnos, junto a los más críticos, qué ha pasado entre el 28 de abril y el 10 de noviembre para que se haya producido una tan pronta reconciliación entre las izquierdas. Y aunque resulte una obviedad, tengo para mí que lo que ha ocurrido es que se han celebrado unas segundas elecciones y que los resultados obtenidos por el PSOE y UP no les permiten arriesgarse a unas terceras, pues si la tendencia se mantuviera es muy posible que las derechas sumasen y la izquierda se viera relegada a la oposición. Si a ello le añadimos el escandaloso retroceso de Ciudadanos, que impide un pacto entre socialistas y liberales, y los 52 escaños de Vox, se diría que hay razones más que suficientes para que ni Sánchez ni Iglesias se pongan demasiado tiquismiquis.
         Mas para que el pacto progresista llegue a fraguar en investidura y en acuerdo de legislatura será necesario que tampoco se pongan demasiado escrupulosas otras fuerzas políticas de carácter nacionalista o regionalista, lo cual a priori resulta factible siquiera sea porque a todas ellas, en general, les viene mejor un gobierno en el que esté Unidas Podemos que uno en el que esté Vox. La única duda es si Sánchez e Iglesias podrán contar con la ineludible, dada la aritmética parlamentaria, abstención de ERC, que, lógicamente, no entregará gratis. Gabriel Rufián ha venido insistiendo en estos meses en que su partido no será el que impida la investidura, pero ahora anuncia que, de momento, ERC dice no. Urgen pues concesiones a la altura de las circunstancias para evitar las terceras elecciones: a Rufián le toca abstenerse para permitir la investidura y a Pedro Sánchez hacer un gesto de altura democrática y acceder a sentarse con los independentistas en una mesa de diálogo sin condiciones previas.  

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