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or más que los
supersticiosos se empeñen en lo contrario, si un individuo ve un gato negro por
la calle antes de entrar en una cafetería y posteriormente el camarero le
derrama el café encima, es absurdo atribuir al inocente felino la causa del
accidente. En este caso, la sucesión temporal de los dos acontecimientos sería
una simple casualidad. Y es que el hecho
de que haya una relación de contigüidad temporal entre dos sucesos no significa
necesariamente que el primero sea la causa del segundo. Pretender establecer
una relación de causalidad entre dos hechos solo porque uno sucedió a
continuación del otro supone incurrir en aquella falacia informal que
técnicamente se conoce como post hoc ergo
propter hoc. Una falacia en la que es fácil caer cuando a partir de los
efectos intentamos encontrar las causas y solo atendemos a lo que sucedió con
anterioridad, pues si ciertamente la causa ha de ser anterior al efecto, no
basta con ello para que, como decimos, se pueda establecer sin más una relación
de causalidad entre dos fenómenos.
Viene esta aclaración de la falacia de
marras a cuento de la polémica que rodea a la vacuna AstraZeneca. Como se sabe,
son varias las personas que han sufrido episodios de trombosis, en algunos
casos han conllevado la muerte, tras haber recibido la polémica vacuna de
Oxford. Tras detectarse estos casos, se dejó de administrar en España hasta que
se pronunciara la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Ésta concluyó que no
se podía confirmar que hubiese una relación de causa efecto entre la vacuna de
la discordia y los casos de trombosis, y que, aunque tampoco se podía descartar
tal relación, como los beneficios son mayores que los riesgos, debía reanudarse
la administración de la vacuna. Casualmente, que no causalmente, me habían
citado para vacunarme el 16 de marzo, el mismo día en que se suspendió la
campaña. Al reanudarse la vacunación con AstraZeneca comencé a plantearme
seriamente, siguiendo el espíritu kantiano de “sapere aude”, si lo más adecuado sería vacunarme en cuanto me
volvieran a citar o si lo más prudente sería decir no a la vacuna AstraZeneca.
El azar quiso, otra vez, que me
volvieran a dar cita para vacunarme el pasado miércoles, justo el día en que la
EMA debía pronunciarse de nuevo. El martes, tras enterarme de que a juicio del
jefe de estrategias de vacunación de la propia EMA ya no se puede seguir
sosteniendo que no haya relación de causa efecto entre la vacuna AstraZeneca y
los casos de trombosis, llamé para anular la cita. La propia EMA señaló el
miércoles que existe ese vínculo, aunque insistió en que los beneficios siguen siendo
mayores que los riesgos y que, por lo tanto, no debe restringirse su uso. Sin
duda ello es así, y me parecería razonable esta postura si no fuera porque
existen otras alternativas, hay otras vacunas. No sé si me volverán a citar,
pero, de momento, sin temor a incurrir en la falacia post hoc ergo propter hoc, me alegro de haber rechazado la vacuna
de AstraZeneca, y les aseguro que, en general, creo en los beneficios de las
vacunas, creo que la pandemia es real y estoy convencido de que la Tierra no es
plana.
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