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a violencia ha sido el tema estrella en los círculos mediáticos en las
últimas semanas, a raíz del enfrentamiento entre los miembros del Frente
Atlético y los del Riazor Blues que, como se sabe, se saldó con el
fallecimiento de un hombre. La tan absurda como trágica muerte del hincha del
Deportivo ha dado pie a múltiples reflexiones sobre la violencia en el mundo
del fútbol, así como en otros ámbitos de la sociedad. Y aunque en la última
entrega de LUCES DE TRASNOCHE ya mostraba yo mi disconformidad respecto a cómo
se ha enfocado, por lo general, este asunto, pues, en mi opinión, nuestra
sociedad, aun siendo violenta, lo es menos que en otras etapas de nuestra
historia reciente, no digamos ya de la historia más remota, lo cierto es que en
la actualidad muchas personas siguen siendo víctimas de la violencia, razón por
la cual finalizaba el artículo con la promesa de volver a hablar sobre este
tema, más concretamente sobre esas formas de violencia que se siguen sufriendo
en el presente.
Si hablamos de formas de violencia,
lo primero que habría que señalar es que, en efecto, existen distintos tipos:
violencia directa, por una parte, y violencia estructural, por otra, por más
que ambas puedan darse a la vez. La primera es la violencia que tiene lugar
cuando se produce una agresión, ya sea física o psíquica, de forma inmediata,
es decir, sin mediación alguna entre el agresor y el agredido: golpes,
maltratos físicos, humillaciones, degradaciones morales serían ejemplos de este
tipo de violencia que es fácilmente identificable como tal. La segunda, en
cambio, suele darse más bien de manera mediata y es la violencia que consiste
en la violación de los derechos humanos. Se trata de una forma de violencia, la
estructural, que no siempre se identifica como tal, pues puede ejercerse sin
que haya agresiones directas.
Acaso la máxima expresión
de la violencia directa sea la guerra y por ello mismo nuestra sociedad es en
ese sentido mucho menos violenta que en otras etapas de nuestra historia reciente.
Incluso si atendemos a otras formas de violencia directa que van desde los
asesinatos motivados por espurios intereses a las simples peleas callejeras,
parece claro que no es ésta una forma de violencia que sea especialmente
preocupante en la actualidad. Mas si atendemos a la violencia estructural, a la
conculcación de los derechos humanos y, por ende, a la falta de respeto a la
dignidad humana, sólo podemos concluir que por más que con la llegada de la
democracia tal violencia haya menguado, nuestra sociedad sigue soportando unos
niveles de violencia inadmisibles. Así lo atestiguan, por ejemplo, los datos
relativos a los niveles de pobreza y de desigualdad que constituyen una de las
más claras expresiones de la violencia estructural a la que nos estamos
refiriendo.