domingo, 10 de diciembre de 2017

España, ¿un Estado fallido?

U
na de las características distintivas del Estado, incluso en estos tiempos del imperio de las multinacionales y de entidades supraestatales como la Unión Europea, es que es soberano. Quiere ello decir que es la máxima autoridad en el territorio donde ejerce el poder, de suerte que todo individuo, grupo de individuos, empresa, fundación, asociación o entidad colectiva de cualquier índole que se halle en dicho territorio está sometido al poder del Estado. Y para que ello sea así, se entiende que el Estado dispone de los recursos necesarios para imponer su autoridad, de ahí que Max Weber definiera al Estado como aquella institución que se reserva para sí el monopolio de la violencia legítima. Y es que, si el Estado no es capaz de imponer su autoridad, deviene por definición en lo que se ha dado en llamar un Estado fallido.
            Si alguien tenía dudas, la crisis de Cataluña ha dejado claro que España no es, desde este punto de vista, un Estado fallido. En efecto, el independentismo catalán constituye el mayor desafío al que se ha tenido que enfrentar el Estado desde la instauración de la democracia. Mayor aún, diría yo, que el terrorismo de ETA, hoy felizmente desaparecido. Ante el reto de la secesión nadie puede poner en duda que la respuesta del Estado ha sido contundente y que, artículo 155 mediante, ha sabido imponer su autoridad. Sin embargo, España se define no solo como un Estado, sino como un Estado social y democrático de derecho, y como tal cabe exigirle que cumpla con sus obligaciones en tanto que garante del respeto a los derechos humanos recogidos en la Declaración Universal de 1948. La crisis de Cataluña ha dejado claro que España es un Estado, pero la situación de diferentes colectivos a los que no se les reconocen sus derechos humanos de modo efectivo deja en entredicho el carácter social y democrático de España.
          En efecto, la discriminación que todavía hoy sufren las mujeres en España por el mero hecho de ser mujeres constituye un atentado contra sus derechos humanos por más que éstos hayan sido formalmente reconocidos. Otro tanto cabe decir de las personas en riesgo de exclusión social. Y es que resulta inadmisible que en pleno siglo XXI casi el 30 por ciento de la población sea víctima de la pobreza, una cifra que se eleva al 44 por ciento en el caso de Canarias. Mientras la igualdad no sea un hecho, España seguirá siendo un Estado fallido, no en tanto que Estado, pero sí en tanto que social y democrático. Lo será al menos para las mujeres, que son más de la mitad de la población, y para todas aquellas personas, hombres y mujeres, niños y niñas, seres humanos concretos, de carne y hueso, cuyas vidas se ven truncadas víctimas de una desigualdad que el Estado no solo no combate, sino que incluso favorece. 

viernes, 1 de diciembre de 2017

Violencias de género

E
l 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Por ese motivo, durante este mes han tenido lugar diversos actos promovidos por distintas instituciones, desde ayuntamientos a gobiernos autonómicos, además de diferentes entidades de la sociedad civil, que han querido participar en esta jornada de lucha por la dignidad de las mujeres. También los centros educativos se han sumado al activismo contra la violencia de género, con lecturas de manifiestos, escenificaciones, silencios, carteles… Como este año el 25 de noviembre fue sábado, en algunos centros los actos de concienciación y repulsa contra la violencia machista tuvieron lugar el viernes. Ese mismo día otra mujer fue asesinada en España por su pareja. ¡Y ya van 45 solo en este año!
            La violencia contra las mujeres es un fenómeno global al que, basta contar las víctimas mortales, no escapan las sociedades democráticas. Y aunque el asesinato de las mujeres a manos de sus parejas o exparejas constituye sin duda la forma más exacerbada de violencia hacia ellas que tiene lugar en nuestros días, y la que mayor rechazo genera, no es la única, por lo que más bien habría que hablar de violencias de género, en plural. Y es que además de la violencia directa que se produce siempre que hay una agresión física o psicológica, las mujeres son víctimas de otro tipo de violencia que es la denominada violencia estructural, aquella que se da cuando se atenta contra los derechos fundamentales de las personas. Tales derechos no son otros que los derechos humanos, los cuales están consagrados en nuestros ordenamientos jurídicos y, como su propio nombre indica, deben estar reconocidos, de modo efectivo, a todos los seres humanos por el mero hecho de serlo, sin distinción de ningún tipo.
            Cuando se violan los derechos humanos de las personas se atenta contra su dignidad, contra su condición humana; sencillamente, se le arrebata al individuo su humanidad y se lo reduce a mera cosa, a mero objeto. Esto es lo que ocurre cuando un hombre maltrata a una mujer, cuando la insulta, la rebaja, la humilla, la golpea… Pero también cuando se las discrimina negativamente en el ámbito profesional, cuando se les paga menos por el hecho de ser mujeres, cuando no se reconoce su valía en los espacios científicos, artísticos o intelectuales, cuando se las condena a liderar las cifras del paro y de la pobreza, cuando sistemáticamente se hace recaer sobre ellas, y solo sobre ellas, la responsabilidad de la conciliación familiar y laboral, cuando los hombres presumen de “ayudar” a sus mujeres con las tareas del hogar y los niños, cuando, sencillamente, se las trata como seres de una categoría inferior, seres humanos, pero no tanto, seres casi humanos pero no plenamente humanos. Y mientras no cambiemos radicalmente esa situación, mientras todas estas violencias persistan, me temo que los asesinatos de mujeres a manos de quienes se creen sus dueños no van a disminuir.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Lecciones de una crisis

U
na de las lecciones que nos proporciona la crisis de Cataluña es que no debemos subestimar las convicciones ideológicas como agentes motivadores de la toma de decisiones, que es lo que, a mi juicio, hace el trío del 155, cuando insiste en que los gobernantes deben dedicarse a resolver los problemas que de verdad importan a la gente y dejarse de ensoñaciones independentistas. Por más que resulte una obviedad que las cuestiones vinculadas a las condiciones de vida son fundamentales para cualquier ser humano, ello no significa que sean las únicas, ni tan siquiera las más importantes, para las personas. El masivo apoyo al independentismo en Cataluña, mayoritario o no sigue siendo una incógnita, es una buena muestra de que la ideología juega un papel crucial en las decisiones de los individuos, que no se pueden explicar mediante reducciones economicistas. Y es que, como dijo Jesús de Nazaret y canta Extremoduro, “no solo de pan vive el hombre”.
Qué duda cabe que los problemas vinculados al desempleo, la precariedad laboral, los bajos salarios, la calidad de los servicios sociales como la sanidad o la educación son cruciales para la inmensa mayoría de nosotros, los que, al no ser ricos de cuna ni disponer de cuentas millonarias en ninguno de los paraísos fiscales que en el mundo hay, dependemos de nuestro trabajo y de los servicios públicos para llevar a cabo una vida digna. Mas ello no significa que esas cuestiones sean las únicas importantes para nosotros, pues asuntos como el de la libertad, siempre vinculada a las condiciones materiales de existencia pero no reductible a ellas, parece que han tenido una gran relevancia histórica y quiero pensar que la seguirán teniendo. ¿Acaso nos conformaríamos con un régimen totalitario que atendiera nuestras necesidades materiales o exigiríamos vivir en una democracia en la que se protegiera como un valor supremo la libertad individual?
La libertad, asunto ideológico donde los haya, es uno de esos grandes valores junto a la igualdad y la dignidad sobre los que se sustentan los derechos humanos y que dan sentido a la democracia, pues, como en alguna otra parte he escrito, la democracia es una exigencia ética que deriva de las exigencias morales de libertad e igualdad que son los derechos humanos. Y si esa exigencia ética que es la democracia no puede ser otra cosa que el autogobierno de los ciudadanos, entonces debemos tomar buena nota de otra de las lecciones que nos ha dejado la crisis de Cataluña y que, una vez más, arroja luz sobre la antagónica relación entre democracia y capitalismo. Me estoy refiriendo a la fuga de grandes empresas de Cataluña a otros lugares de España a causa de la deriva independentista y al chantaje de algunos grandes empresarios catalanes que amenazan con marcharse si vuelven a ganar las elecciones los independentistas. Una muestra más de que en nuestras democracias la ciudadanía, independentista o no, solo puede tomar aquellas decisiones que cuenten con el beneplácito de las élites económicas, lo cual resulta a todas luces antidemocrático.

jueves, 16 de noviembre de 2017

¡'Sapere aude'!

H
oy se celebra, como cada tercer jueves de noviembre, el Día Mundial de la Filosofía. Tal es la fecha escogida por la Unesco para la celebración de marras, que se lleva a cabo oficialmente desde 2005, aunque su celebración por parte de la Unesco se remonta a 2002. Promover el análisis y la investigación filosófica, así como sensibilizar a la opinión pública de la importancia de la filosofía son algunos de los objetivos principales que se propone el organismo dependiente de la ONU con la celebración de este día. Pero además la Unesco insiste en la necesidad de “subrayar la importancia de la generalización de la enseñanza filosófica para las generaciones futuras”, tal como se puede leer en el sitio web que la propia Unesco dedica al Día Mundial de la Filosofía.
            Es este último punto, el de la generalización de la enseñanza de la filosofía, el que me interesa recalcar hoy, pues, como he denunciado en diferentes ocasiones, los distintos gobiernos que en España se han ido sucediendo desde hace décadas han venido maltratando sistemáticamente a la filosofía, hasta dejarla en las pésimas condiciones en las que se encuentra en la actualidad. El último golpe, como se sabe, se lo asestó la funesta ley Wert, la Lomce, en virtud de la cual ha quedado reducida a la mínima expresión en los planes de estudio de ESO y Bachillerato: desaparecida la Ética como asignatura común en 4º de ESO, solo quedan Valores Éticos como alternativa a Religión Católica, una Filosofía en 4º de ESO, también optativa, y Educación para la Ciudadanía y Derechos Humanos en 3º de la ESO, la cual sí es preceptiva, al menos en Canarias, para todo el alumnado, pero cuenta con tan solo una hora semanal, tal es la importancia que hasta ahora se le ha dado a la formación en los valores sobre los que se sustenta la democracia y los derechos humanos. En lo que se refiere al Bachillerato, se ha mantenido la Filosofía como asignatura común en el primer curso, pero la Historia de la Filosofía del segundo curso que era común ha quedado reducida a materia optativa en las ramas de Humanidades y Ciencias Sociales.
            Este desprecio, obviamente, contraviene las indicaciones de la Unesco, para la que, como decimos, la enseñanza de esta disciplina es fundamental, toda vez que “la filosofía proporciona las bases conceptuales de los principios y valores de los que depende la paz mundial: la democracia, los derechos humanos, la justicia y la igualdad”. El profesorado de filosofía de Canarias ha venido denunciando este maltrato, pero sus demandas han caído siempre en saco roto… hasta ahora. Y es que, por fin, el Parlamento de Canarias ha aprobado por unanimidad una Proposición No de Ley para que haya asignaturas comunes de filosofía tanto en la ESO como en Bachillerato. Quienes militamos a favor de la causa de la filosofía en Canarias no podemos sino aplaudir, y agradecer, el apoyo unánime del Parlamento a esta iniciativa presentada por la diputada socialista Nayra Alemán, que abre la puerta a la esperanza de que la filosofía tenga en Canarias el reconocimiento que se merece. Hasta que ello ocurra, y cuando sea realidad, sigamos perseverando en la difícil tarea de atrevernos a pensar por nosotros mismos: ¡Sapere aude!








domingo, 5 de noviembre de 2017

Ser de izquierdas

L
a crisis de Cataluña ha hecho que el debate en torno a qué es ser de izquierdas haya vuelto, una vez más, a aflorar. Se trata, en principio, de un debate interno, en el sentido de que afecta únicamente a las personas que se consideran de izquierdas, pues lo que quiera que signifique ser de izquierdas no es algo que parezca preocupar en demasía a la gente de derechas. De hecho, a los hombres y mujeres de derechas ni siquiera les preocupa mucho aclarar qué es ser de derechas, les basta con poner en práctica políticas de derechas y si para ello han de decir que son de centro, lo que quiera que signifique ser de centro, que ésa es otra, se dice y ya está. Sirva como ejemplo lo que hacía el muy de derechas José María Aznar, quien en sus tiempos de presidente, del Gobierno y del PP, afirmaba que su partido era de centro reformista.
            Habrá que reconocer pues que enredarse en debates teóricos de esta naturaleza es algo más propio de la izquierda que de la derecha, lo que acaso constituya la razón de que entre la gente de izquierdas, o entre los partidos de izquierdas, sea tan difícil llegar a acuerdos de mínimos para hacer frente a la derecha. No obstante lo dicho, ello no significa que no haya personas ideológicamente ajenas a la izquierda que no se pronuncien sobre esta cuestión. Tal es el caso de mi colega Juan F. Martín del Castillo, quien parece tenerlo claro: “La izquierda era y es confusión, contradicción y, en ciertos momentos, hipocresía no menos que caos”, escribe en un artículo publicado en La Provincia el pasado viernes, 3 de noviembre, dedicado, con la acidez que le caracteriza, al enfrentamiento entre Pablo Iglesias y Albano Dante Fachin.
             Si dejamos a un lado el asunto de la hipocresía, que es algo tan característico del ser humano, de izquierdas o no, yo estaría de acuerdo con los términos que escoge Martín del Castillo; no así, claro está, con el tono peyorativo con que los utiliza. Y es que la confusión es perplejidad y esta resulta menos peligrosa que las certezas, sobre todo las falsas certezas, que nos llevan a incurrir en el dogmatismo que tanto daño ha hecho a la libertad. Por lo demás, la perplejidad, tal como nos recuerda Javier Muguerza, constituye el mayor acicate para el pensamiento, por lo que habrá de ser siempre bienvenida. En cuanto a la contradicción, ser contradictorio, por descontado, no es ser de izquierdas, es ser humano, y sin necesidad de hacer aquí un elogio de la contradicción, desde luego prefiero una izquierda contradictoria a una izquierda sin contradicciones, deshumanizada, como lo fue el comunismo autoritario. Y frente al orden absoluto del comunismo autoritario, de los totalitarismos de cualquier signo, no viene mal un cierto caos, que no es otra cosa que confusión y desorden, que casaría bien con una izquierda libertaria interesada en el pleno desarrollo de la libertad y la igualdad de los individuos, que es la izquierda que a uno le interesa.