viernes, 28 de octubre de 2011

Contra los dogmas ideológicos


E
n el prólogo a la tercera edición alemana de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Engels atribuye a Marx el logro de haber descubierto la ley fundamental que rige el curso de la historia: “Fue precisamente Marx -escribe Engels- el primero que descubrió la gran ley que rige la marcha de la historia, la ley según la cual todas las luchas históricas, ya se desarrollen en el terreno político, en el religioso, en el filosófico o en otro terreno ideológico cualquiera, no son en realidad sino la expresión más o menos clara de luchas entre clases sociales, y que la existencia y, por tanto, también los choques de estas clases están condicionados, a su vez, por el grado de desarrollo de su situación económica, por el modo de su producción y su cambio, condicionado por ésta. Dicha ley, que tiene para la historia la misma importancia que la ley de la transformación de la energía para las ciencias naturales, fue también la que dio aquí la clave para comprender la historia de la segunda República francesa”.
            A la postre, tal ley resultó ser bastante menos objetiva y, por ende, menos científica de lo que pretendía el amigo y benefactor de Marx. Y es que, por más que la ortodoxia marxista, la que hubo y la que queda, que haberla, hayla, se empeñara en seguir los pasos de Engels a la hora de señalar la infalibilidad de la lucha de clases como principio fundamental a partir del cual explicar todos los procesos históricos, lo cierto es que, sin negar que en las sociedades capitalistas, y en las sociedades estratificadas en general, persiste la lucha de clases y que ésta aflora en forma de conflictos sociales que en según qué situaciones son más o menos virulentos, la famosa ley general de la historia se reveló más como un producto de la ideología que de la investigación científica.
            Pese a la ingenuidad, si es que no pura perversión, de la ortodoxia marxista, pensaba yo que en el siglo XXI se había descartado la búsqueda de leyes objetivas en el ámbito de las ciencias sociales, ante el estrepitoso fracaso de aquellos que décadas atrás se habían empeñado en negar la especificidad de lo social y habían apostado por la unidad del método científico, es decir, por que las ciencias sociales se ajustaran al método propio de las ciencias naturales para poder ser consideradas ciencias. Sin embargo, en los últimos años hemos podido contemplar como los ideólogos del capitalismo, auspiciados por la crisis, presentan su ideología como si de la más objetiva teoría científica se tratara, y nos señalan a todos el camino que debemos seguir para solventar los graves problemas sociales que nos aquejan, como si las medidas propuestas, que en definitiva consisten en el desmantelamiento del poco Estado de bienestar que queda, fueran la consecuencia lógica de unas supuestas leyes de la economía, objetivas e inquebrantables. Menos mal que no todos estamos dispuestos a aceptar sin más los dogmas ideológicos, como quedó patente el pasado 15 de octubre, cuando miles de indignados de todo el mundo volvieron a tomar las calles para protestar contra el poder económico y político.