martes, 27 de junio de 2017

Educación contra el terrorismo

E
l terrorismo islamista ha vuelto a golpear cerca de casa, y ya van demasiadas veces. Tantas que cada día cuesta más seguir pensando que, en realidad, el islamismo, desde la perspectiva que nos proporcionan las estadísticas, no es una amenaza. Y es que el número de víctimas mortales en la vieja Europa a manos de los yihadistas es cuasi insignificante si lo comparamos con los muertos en accidentes de tráfico o, lo que aún resulta más terrible, con el número de suicidios o, a qué negarlo, las víctimas de la violencia de género. Pero las estadísticas son frías y el dolor de las víctimas y sus seres queridos es caliente. Y para el que sufre un atentado, o para aquel a quien le han arrancado un ser querido, las estadísticas no sirven de consuelo.
            Sin embargo, ciertas dosis de frialdad son necesarias para comprender mejor el problema al que nos enfrentamos, su dimensión real y las medidas necesarias para afrontarlo: la indignación en caliente es comprensible, pero ayuda poco en este sentido. Por ello debemos huir de soluciones y análisis exprés como los de Theresa May y Jeremy Corbyn, que en la vorágine de la carrera electoral se rinden al populismo, tan denostado por los partidos de bien. Competir públicamente por quién ha recortado más la financiación de la policía o quién tiene menos escrúpulos para emplear la mano dura, lo que se traduce en la lesión de derechos de la ciudadanía, sirve para contentar a las masas enfurecidas, pero no para luchar eficazmente contra el terrorismo; antes al contrario, se diría que lo alimenta y le ayuda a conseguir sus objetivos. Y es que contra lo que se ha dicho, el terrorismo islamista es más una guerra contra la democracia y los derechos humanos que contra Occidente, como muestra el hecho de que el Estado Islámico atente sobre todo en países de población mayoritariamente musulmana.
          Así pues, no se trataría tanto de defender a Europa y a la cultura occidental de la agresión del Islam, como tan interesada y perversamente se insiste desde la derecha más reaccionaria, sino de defender la democracia y los derechos humanos frente al fundamentalismo, así como frente a cualquier forma de totalitarismo. Y en lo que a Europa se refiere, deberíamos empezar por preguntarnos por qué algunos europeos deciden abandonarse a la barbarie y arremeter contra la vida de sus conciudadanos. Por supuesto que la primera responsabilidad de los asesinatos la tienen los propios asesinos, pero algo debe estar fallando en nuestras sociedades para que algunos de sus miembros se radicalicen hasta el punto de estar dispuestos a sacrificar sus propias vidas sin otro objetivo que sembrar la muerte y el odio. Es por ello que en la lucha contra el terrorismo islamista, una de las claves es evitar los procesos de radicalización y ahí la educación juega un papel determinante, pero, lamentablemente, en España la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos no está entre las prioridades del Gobierno.