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ecía el viejo Aristóteles que todo lo que forma parte de la realidad tiende
por su propia naturaleza a la
realización de su telos, su fin
último, de ahí que el Estagirita afirmara que lo que define a los seres, sean
cuales fueren, es la actividad que llevan a cabo y la función que desempeñan, de
lo que se desprende que las personas son antes lo que hacen que cualquier otra
cosa, pues también los hombres quedarían definidos por su actividad. Por su
parte, Marx, veintiún siglos más tarde, insistió en que el trabajo es lo que
verdaderamente define al ser humano, ya que a su juicio lo que realmente
distingue al hombre del resto de los animales no es la conciencia ni ninguna
otra facultad, sino el hecho de que tiene que producir él mismo sus bienes de
subsistencia. El trabajo es pues para Marx algo inherente a la naturaleza
humana hasta el punto de que éste considera que los hombres son, en realidad,
lo que producen y, por supuesto, el modo cómo lo producen.
Supongo que no hace falta
llegar tan lejos, pues ciertamente hay vida más allá del trabajo, o al menos
debería haberla, para reconocer que el trabajo desempeña un papel fundamental
en nuestras vidas. Algo que, parece ser, no lo tiene en cuenta uno de los
integrantes del gobierno de los moderados, Antonio Beteta, secretario de Estado
de Administraciones Públicas, quien apenas hace unas semanas señalaba: “Debemos
trabajar como chinos para vivir como españoles”. Y es que lo que distingue a
los trabajadores españoles de los chinos no es, Beteta dixit, que los chinos no dispongan de los mismos derechos laborales
que los españoles, sino su cuasi infinitamente mayor eficiencia. De ahí que el flamante
secretario de Estado de Administraciones Públicas abogue por que los
trabajadores españoles abandonen esa fea costumbre de leer el periódico, no
vaya a ser que se informen más de la cuenta, y tomarse el cafelito en mitad de
la jornada laboral. ¡Como si en España los trabajadores se pasaran las ocho o
diez horas de trabajo diario tomando café y leyendo la prensa!
No sé si el moderado de
marras ha leído alguna vez a Marx, pero supongo que, en cualquier caso, las
obras del más relevante de los pensadores socialistas del siglo XIX no se
encuentran entre sus preferidas. Mas haría bien Beteta en prestar atención a
las advertencias de Marx, pues marxistas o no, creo que todos debemos reconocer
que si los españoles trabajan como chinos, sencillamente, es imposible que
vivan como españoles: si se trabaja como un chino se vive como un chino, porque
fundamentalmente la vida es, ¡ay!, el trabajo. Y si hacemos caso al filósofo
griego con el que comenzábamos este artículo, siquiera sea por esta vez, y
concedemos que las cosas son en buena medida la actividad que realizan y la
función que desempeñan, entonces debemos preguntarnos qué será exactamente un
secretario de Estado de Administraciones Públicas.