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a crisis de Ucrania nos retrotrae a los tiempos de la guerra fría que
creíamos ya superados tras el desmoronamiento del socialismo real, a una
situación que podemos caracterizar kantianamente como de guerra potencial
permanente y que nos recuerda la necesidad de seguir reflexionando sobre la
paz. Pues aunque la paz, y por contraposición la violencia, sea hoy objeto de
estudio de diferentes disciplinas del ámbito de las ciencias sociales y también
tema de reflexión filosófica de primer orden, lo cierto es que no siempre ha
sido considerada como un problema filosófico fundamental, hasta el punto de que
el primer tratado sobre la paz sistemáticamente elaborado por un filósofo, Hacia la paz perpetua. Un esbozo filosófico,
de Inmanuel Kant, fue durante mucho tiempo considerado como una obra menor del
gran filósofo de la Ilustración. Sin embargo, la importancia que la paz tiene
para nosotros, ciudadanos del siglo XXI, hace que continuamente tengamos que
volver la mirada hacia este brillante opúsculo en el que Kant trata de
establecer las condiciones necesarias para alcanzar una paz duradera, máxime
cuando los tambores de guerra amenazan con volver a sonar en Europa.
Según señala Kant, la paz
es algo que debe ser alcanzado en primer lugar internamente, entre los
individuos dentro del Estado, para lo cual es necesaria la constitución
republicana, mas ha de ser lograda también entre Estados, es decir,
mundialmente. Y para conseguir este objetivo, Kant propone la constitución de
una federación de Estados libres en la que, obviamente, cada miembro ha de
ingresar voluntariamente y con la única condición de que se haya constituido
previamente como una república. Esta federación, que es más bien una
confederación, pues Kant no aboga por un Estado mundial, sería el resultado del
pacto alcanzado entre los Estados para someterse al derecho de gentes, que es
el que ha de regular las relaciones entre los distintos miembros de la
federación. Del mismo modo que el contrato social garantiza la paz entre los
ciudadanos de un Estado, gracias al sometimiento de todos a las leyes públicas,
la paz entre Estados sólo puede garantizarse mediante la fundación de la
federación de marras y el consiguiente sometimiento de los Estados al derecho
de gentes.
Con la idea de la
constitución de la federación de Estados libres y el sometimiento de los
miembros al derecho de gentes para garantizar la paz mundial, Kant se adelantó
siglo y medio a la fundación de la ONU. Mas si la ONU es de algún modo
heredera de Kant, lo cierto es que no se ajusta a la propuesta kantiana para
asegurar la paz perpetua, pues en la federación que Kant tenía en mente todos
los miembros habrían de estar en un plano de igualdad. Y acaso el fracaso de la
ONU, el cual es obvio a la luz que arroja el hecho de que en tantos años de
historia no ha conseguido evitar las guerras, se deba en una parte importante a
la ausencia de democracia en el seno de la institución. Ahora que la crisis de
Ucrania recuerda esa situación de guerra potencial permanente de la que nos
hablara Kant, urge seguir reivindicando una democratización de la ONU y el
sometimiento de los Estados a un derecho de gentes, a un derecho internacional
diríamos hoy, que garantice la paz mundial.
Mas Kant entiende que para
alcanzar el objetivo de la paz no basta con el sometimiento de los Estados al
derecho de gentes, sino que es necesario también un derecho cosmopolita, una
suerte de hospitalidad universal, en virtud del cual cada Estado miembro de la
federación debe permitir el libre tránsito de los ciudadanos de los demás Estados
miembros por el territorio donde cada uno ejerce la soberanía. Algo similar es
lo que hoy tiene vigencia en el seno de la Unión Europea, donde existe el
derecho a la libre circulación de los ciudadanos de los países miembros por
toda la Unión. Sin embargo, la libre circulación es mucho menos ambiciosa que
el derecho cosmopolita del que nos habla Kant, ya que éste estaba pensado para
regir a escala mundial. Y mientras esto no sea así, la paz seguirá estando
amenazada, ya sea por el naufragio de Lampedusa, los muertos de Ceuta, la valla
de Melilla o los ahogados en Canarias, obstáculos para la paz tan graves como
la crisis de Ucrania.