martes, 13 de enero de 2015

¿Todos somos 'Charlie Hebdo'?

E
l atroz atentado perpetrado la semana pasada contra los periodistas de la revista satírica francesa Charlie Hebdo ha hecho correr ríos de tinta. La mayor parte de los comentaristas asimila la matanza a los atentados del 11-S en Nueva York, del 11-M en Madrid o del 7-J en Londres, mas tengo para mí que por mucho que el integrismo islámico esté detrás de los atentados terroristas y del asesinato de los periodistas, se trata de cuestiones diferentes. Y es que la barbarie cometida por los islamistas en las Torres Gemelas, los trenes de Atocha o el metro londinense constituye un ataque del islamismo a Occidente, sin matices, similar por cierto a los ataques con drones realizados por Estados Unidos contra civiles en diversos lugares del mundo o a los bombardeos contra la población civil de Gaza a los que Israel nos tiene acostumbrados. Pero el atentado terrorista contra los humoristas de Charlie Hebdo no tiene un objetivo indiscriminado, sino que constituye un atentado contra la libertad de expresión, lo que lo hace aún más grave.
            Atentar contra la libertad de expresión reviste de mayor gravedad a los asesinatos porque, de repente, nos podemos sentir amenazados. No es que los otros atentados terroristas no nos hayan atemorizado, pero no tienen capacidad por sí mismos para hacer cambiar la conducta de las personas: la gente, con miedo o sin él, no deja de acudir a su puesto de trabajo, de viajar en tren o de coger el metro por temor a un atentado. Pero si matan a humoristas gráficos por mofarse de Mahoma cabe la posibilidad de que los columnistas, tertulianos y las personas en general se lo piensen dos veces antes de expresar sus opiniones con libertad y eso es, a mi modo de ver, muchísimo más peligroso. Porque el derecho a la libertad de expresión es uno de los derechos humanos fundamentales y, por ende, es uno de los pilares básicos de la democracia. Sin libertad de expresión no hay dignidad posible.
            Es por ello que uno no puede sino alegrarse de la contumaz respuesta de los principales medios de comunicación a la barbarie islamista: “Todos somos Charlie Hebdo”, a la que, espontáneamente, se han sumado multitud de personas.  Sin embargo, no deja de ser sorprendente que los progresistas más cortos de miras se hayan rasgado las vestiduras porque algunos medios conservadores que en ocasiones han publicado editoriales críticos con revistas satíricas como El Jueves o Mongolia, cuyas portadas han encontrado ofensivas o desmesuradas, se hayan sumado a la campaña de solidaridad con la revista francesa. Es la misma confusión de quienes se han apresurado a escribir “Yo no soy Charlie Hebdo”, para dejar claro que en absoluto comparten el sentido del humor de la revista de marras.
          Ni unos ni otros parecen entender que ser hoy Charlie Hebdo no significa necesariamente identificarse con su línea editorial, sino sólo solidarizarse con su derecho a tenerla y que defender el derecho a la libertad de expresión implica, también, defender el derecho de los medios conservadores a criticar las portadas de las revistas satíricas que quieran, así como el derecho de las revistas satíricas a mofarse de quien deseen. Cuestión distinta es la inadmisible hipocresía de algunos líderes políticos como Mariano Rajoy, que después de aprobar la Ley Mordaza en España acude a la manifestación de París contra el terrorismo y en defensa de la libertad de expresión, o el secretario general de PSOE, Pedro Sánchez, que ya no recuerda que en 2007, cuando aún gobernaba el ZuperPresidente, la Audiencia ordenó el secuestro de una edición de la revista El Jueves a instancias de la Fiscalía General del Estado. 

1 comentario:

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