sábado, 12 de septiembre de 2015

Universos paralelos

H
ace un par de semanas el físico teórico Stephen Hawking volvió a dar la vuelta al mundo mediático con sus nuevas afirmaciones acerca de los agujeros negros. Hasta ahora pensábamos (en realidad pensaban los científicos y los demás asentíamos) que un agujero negro es un cuerpo con una masa de tal magnitud que genera una gravedad tan brutal que atrae y atrapa sin remedio a cualquier cuerpo, incluidas las partículas de la luz. Sin embargo, Hawking dice ahora que, en realidad, los agujeros negros no son como creíamos, es decir, como creían, sino que funcionan más bien como pasarelas de nuestro universo a otros paralelos. Vamos, que si algo cae en un agujero negro no quedaría allí atrapado sino que desaparecería y aparecería en un universo paralelo. ¡Ahí es nada!
            Desde luego no seré yo quien contradiga al celebérrimo científico. Bueno, ni quien lo contradiga ni quien le dé la razón, porque, qué quieren que les diga, mis estudios de física no superaron el límite de lo que hace ya algunos años era segundo de BUP y desde que pasé a tercero y la física dejó de ser asignatura obligatoria no la volví a ver ni de lejos. Sin embargo, la nueva tesis de Hawking me ha hecho pensar. Y es que si es posible que un objeto desaparezca de nuestro universo y aparezca en otro paralelo, en buena lógica habría de ser igualmente posible que en nuestro universo hubiese seres que en realidad no fueran de aquí, sino que procedieran de uno de esos universos paralelos y tras caer, o ser empujados, vayan ustedes a saber, en un agujero negro de ésos, aparecieran en éste. De ser esto así se explicarían muchas cosas, como la existencia de tipos que no parecen de este mundo. Seguro que ya tienen en mente a más de uno.
           Concebir los agujeros negros como pasarelas a universos paralelos tiene además otras aplicaciones heurísticas. Serviría, por ejemplo, para hacer comprensible la continua desaparición de ingentes cantidades de dinero público o para comprender cómo funciona la tesorería del Partido Popular. El dinero, cómo no se nos había ocurrido antes, desaparece al caer en un agujero negro y se halla en algún universo paralelo de esos que hay por ahí. Universos paralelos como Suiza, Andorra y demás paraísos fiscales en donde el dinero una vez que llega ya no puede volver. Y es que Hawking dice que los agujeros negros sirven como pasarelas de un universo a otro, pero señala también que lo que viaja a un universo paralelo a través de un agujero negro ya no puede retornar. De ahí que las perras no vuelvan nunca. Se trata, ¡ay!, de una cuestión física, aunque a muchos de nosotros nos suene más bien a metafísica.

sábado, 5 de septiembre de 2015

La dignidad en juego

E
l maltrato a los exiliados sirios por parte de las instituciones europeas nos lleva a reflexionar, una vez más, sobre la pretensión de validez universal de los derechos humanos. Una de las críticas más radicales que se han hecho a los derechos humanos es la que consiste en señalar que se trata en realidad de un producto cultural de Occidente que se pretende imponer al resto del mundo, de manera que quienes abogan por la universalidad de tales derechos vendrían a practicar, consciente o inconscientemente, una suerte de etnocentrismo soterrado con el pretexto de reivindicar el valor supremo de la dignidad humana. Tal afirmación ha tenido buena acogida entre relativistas y postmodernos, siempre prestos a negar la existencia de valores de validez universal, quienes no dudan en defender el derecho del otro a mantener sus diferencias culturales, incluso el derecho no ya a ser reconocido como un igual sino precisamente como otro.
           El éxito de semejante crítica en determinados círculos no se debe tanto a su sofisticada argumentación sino más bien a los abusos de las potencias occidentales sobre los pueblos del otrora llamado Tercer Mundo. La negación de todo lo occidental, incluyendo el valor de la democracia y de los derechos humanos, vendría a ser la reacción a décadas, y hasta siglos, de explotación, pues desde el colonialismo clásico hasta el neocolonialismo y, en los últimos años, la globalización, Occidente se ha relacionado con el resto de la humanidad más al modo en que lo hacen el amo y el esclavo que como habrían de hacerlo seres humanos libres e iguales. Mas todo ello no restaría validez a los derechos humanos toda vez que cuando se reivindica el derecho a la diferencia se apela al derecho a vivir según el propio proyecto vital, es decir, a elegir libremente cómo se quiere vivir, que es precisamente lo que tratan de proteger los derechos humanos, cuya razón de ser no es otra que dar cobertura jurídica a las exigencias morales de libertad, igualdad y, en definitiva, dignidad.
              Los derechos humanos y los valores que los inspiran, ciertamente, tienen su origen en la Ilustración, un fenómeno cultural claramente occidental, mas ello, como se ha visto, no les resta un ápice de validez. Mucho más pertinente resulta pues otra crítica, la que apunta al hecho de que en la práctica los derechos humanos no se aplican, por más que esta segunda objeción no diga nada en contra de la validez de estos derechos fundamentales sino que se dirige más bien a las instituciones que debieran garantizar el respeto a los mismos. Y es que no basta con el reconocimiento formal de los derechos humanos: es necesaria su aplicación efectiva. Es por ello que las instituciones europeas han de estar a la altura ante el éxodo de los sirios que llegan a Europa huyendo de la guerra. Porque el derecho al asilo es uno de esos derechos fundamentales, debemos dar refugio a esos seres humanos que tratan de escapar de la barbarie. Porque lo que está en juego es la dignidad: la de ellos y la nuestra.