lunes, 26 de mayo de 2014

Reflexiones postelectorales

P
asaron las elecciones al Parlamento Europeo y la gran vencedora volvió a ser la abstención, lo que supone un gran fracaso para todas las fuerzas políticas que se presentaron, lo reconozcan o no. Y es que en el conjunto de la Unión Europea la participación electoral apenas alcanzó el 43,11 por ciento del electorado, en España el 45,86 por ciento y en Canarias el 37,74 por ciento. Con tan escasa participación de los ciudadanos parece claro que cualquiera que haya sido el resultado del proceso éste adolece de un fuerte déficit de legitimidad, cuestión ésta que debieran tener en cuenta los partidos políticos en liza si de verdad les interesa la democracia y no sólo alcanzar las máximas cuotas posibles en el reparto del poder.
            Lo que tan alto grado de abstención vuelve a poner de relieve es que la ciudadanía desconfía de sus posibilidades reales de influir en las políticas europeas, por más que éstas puedan afectarle directamente, mediante el ejercicio de su derecho al voto. Y puesto que la abstención ha venido siendo protagonista en los procesos electorales de los últimos años, si bien de manera menos destacada, todo indica que nos encontramos ante una fuerte crisis de la democracia representativa tal como ésta ha venido desarrollándose hasta hoy. Empero, ello no quiere decir que necesariamente quien se abstiene se desentienda de la política ni que no tenga interés en defender la democracia, pues bien pudiera ocurrir que parte de los que deciden no acudir a votar lo hagan por no tomarse la molestia de ejercer su derecho, pero también que muchos de ellos pretendan mostrar así su rechazo no ya a las fuerzas políticas existentes, que también, sino al propio sistema representativo, toda vez que éste les sustrae su legítimo derecho a participar directamente en los procesos de toma de decisiones públicas. Razones políticas pues, más que apolíticas, para no votar.
          Más allá de la abstención, destaca el auge de los partidos de extrema derecha, ultranacionalistas y xenófobos, como el Frente Nacional de Marine Lepen, primera fuerza política en Francia en estas elecciones y caso paradigmático del retorno de lo peor de Europa. Dicen algunos analistas que en realidad se trata de una nueva forma de entender la ultraderecha y que el éxito de Lepen se debe a su insistencia no sólo en las cuestiones identitarias y racistas, sino también a haber defendido planteamientos sociales propios de los partidos de izquierdas. Nada nuevo bajo el Sol, pues también los viejos fascismos emplearon esas tácticas y hasta el partido liderado por el mismísimo Hitler llevaba el apellido de socialista acompañando al nombre de nacional. Por lo demás, el panorama parlamentario no cambia demasiado, ya que el Partido Popular Europeo volvió a ganar y presumiblemente el candidato conservador y gurú de las políticas de la austeridad, Jean-Claude Juncker, será nombrado presidente de la Comisión Europea. Y en lo que se refiere a España, igual que en Canarias, lo mejor de todo fue la derrota del PPSOE y la aparición de nuevas fuerzas políticas con representación parlamentaria. Entre ellas Podemos, que con tan sólo cinco escaños ha logrado devolver la ilusión a buena parte de la izquierda desencantada que habrá de esperar a las generales para ver si se trata de una opción real o tan sólo de un espejismo pasajero. Mientras tanto, no queda otra que prepararse para resistir los embates austericidas de Juncker y los suyos.

sábado, 24 de mayo de 2014

El candidato Cañete

M
añana se celebran las elecciones al Parlamento Europeo y lo más sonado de la campaña electoral han sido las infaustas declaraciones del candidato del Partido Popular Miguel Arias Cañete. No tuvo mejor ocurrencia el ya ex ministro de Agricultura y aspirante a comisario europeo que afirmar, al día siguiente del debate con la candidata soecialista, que no quiso mostrar su superioridad intelectual para no ser acusado de machista, lo que demuestra una doble torpeza: implícitamente reconoció haber perdido el debate, por lo demás bastante insulso, y encima quedó como el genuino machista que es, justo aquello que, según él mismo declara, había intentado evitar. En manos de semejantes lumbreras estamos y así nos va.
            Lo peor del asunto no son las declaraciones en sí, sino lo que revelan: el machismo que no sólo continúa presente en algunos sectores de la sociedad española sino que está incrustado en buena parte de la clase política que es la que se supone que debiera liderar la lucha contra la desigualdad entre hombres y mujeres. Prueba de ello es que en el seno del Partido Popular hayan seguido arropando al candidato Cañete y que éste sólo haya pedido disculpas con la boca chica y después de permanecer varios días en silencio. Al más puro estilo del líder del partido.
            Incluso hay quien, como su isleño compañero de filas Manuel Fernández, ha entendido que la mejor defensa es un buen ataque y, no sabemos si para echarle un capote a Cañete o para terminar de hundirlo, se marcó unas polémicas declaraciones que, según él, profirió en el 86 el a la sazón prócer soecialista Alfonso Guerra. “Con la economía sumergida hay que convivir como con algunas mujeres que no se las puede eliminar”, dice Fernández, en una supuesta ayuda a Cañete, que dijo Guerra en su momento y no pasó nada. Alfonso Guerra, como suele ocurrir, niega haber dicho tal cosa. Y digo yo que alguien debiera hacerle ver a Fernández que si entonces no generó tanta polémica mediática la supuesta declaración de Guerra y hoy en cambio no se toleran las manifestaciones de Cañete no es por la filiación política de uno y otro sino porque, por fortuna, la sociedad tolera cada vez menos los exabruptos machistas. El propio Fernández también ha tenido que pedir disculpas. Veremos quién es el próximo. Y de qué partido.

viernes, 16 de mayo de 2014

¿Más allá de los derechos humanos?

L

as críticas a los derechos humanos son de dos tipos: externas e internas. Las primeras insisten en la imposibilidad de la existencia de derechos humanos de validez universal, mientras que las segundas apuntan a la insuficiencia de los derechos humanos para proteger la dignidad de las personas. En este artículo se intenta mostrar que las críticas externas son insostenibles, mas no ocurre lo mismo con las internas. Y es que si la idea de dignidad del ser humano sigue resultando plausible, los derechos humanos serán insuficientes para protegerla mientras no se orienten hacia la realización efectiva de la justicia, es decir, hacia la distribución igualitaria de la riqueza y el poder. Leer artículo completo