martes, 19 de octubre de 2021

Ocurrencias de comunistas

 

E

l triunfo del SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) de Olaf Scholz en las últimas elecciones celebradas en septiembre en el país teutón ha llevado a que algunos analistas hablen directamente del retorno de la socialdemocracia a Europa. En rigor, son varios los países de la Unión Europea en los que gobierna un partido, o una coalición, de izquierdas: desde los países nórdicos como Dinamarca, Finlandia o Suecia, donde es tradición que gobierne la izquierda, hasta los países del sur como Portugal o España, en los que es más habitual la alternancia política. Pero la posibilidad de que un socialdemócrata vuelva a ser investido como canciller en Alemania tras 16 años en los que la cancillería ha estado ocupada por Angela Merkel, de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), marca un hito en el devenir de la política europea. Y es que ya se sabe el peso que tiene Alemania en la economía y en la política de la Unión Europea. Tanto es así, que uno se plantea si no debería poder votar en Alemania, ya que parece ser que es allí donde se toman las decisiones.

            No es seguro que Olaf Scholz llegue a formar gobierno, ya que la victoria del SPD ha sido ciertamente muy ajustada. Sin embargo, Scholz está dispuesto a intentarlo, aunque para ello necesita llegar a un acuerdo con Los Verdes y los liberales del Partido Democrático Libre (FDP), toda vez que el líder socialdemócrata no quiere volver a reeditar la gran coalición, es decir, un gobierno conformado por el SPD, de izquierdas, y la CDU, de derechas. Decía un viejo conocido, profundamente de derechas, que los ecologistas son como las sandías, verdes por fuera y rojos por dentro, y aunque el análisis no sea excesivamente sofisticado, creo que en lo sustancial tenía razón. Y si esto es así, entonces Scholz no debería tener demasiados problemas para llegar a un acuerdo con Los Verdes; otra cosa es cómo casar los principios de la socialdemocracia que defiende el SPD con el liberalismo propio del FDP que, no en vano, es conocido sencillamente como el partido de los liberales. Mas ni tan siquiera a este respecto debería haber demasiados problemas, pues entre socialdemócratas y liberales no hay tantas diferencias, al menos en lo que se refiere al denominado liberalismo igualitario.

            En efecto, el liberalismo igualitario y la socialdemocracia contemporánea no tienen diferencias insalvables. De hecho, en Estados Unidos es esta suerte de liberalismo, frente al liberalismo conservador de los autodenominados libertarians, el que juega el rol político que en Europa desempeña la socialdemocracia. Algunas de las medidas implementadas por el presidente Joe Biden serían un buen ejemplo. Como quiera que sea, lo que se me antoja inimaginable es que, en el caso de que el acuerdo llegue a fraguar, los líderes de la CDU, virtualmente en la oposición, se dediquen a tildar a los liberales de felones, a Olaf Scholz de presidente okupa, a poner en cuestión la legitimidad del Gobierno y a arremeter contra cualquier medida en materia de política económica o social orientada a la protección de los  derechos sociales, que también forman parte de los derechos humanos, sin otro argumento que su descalificación como comunista y bolivariana. Eso es más propio de las derechas hispanas, siempre tan demócratas, que creen que regular el precio de los alquileres o subir el salario mínimo interprofesional son ocurrencias de comunistas para romper España.

jueves, 14 de octubre de 2021

Políticos en el exilio

 

C

uando a principios de año el todavía vicepresidente del Gobierno y secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, señaló la condición de exiliado de Carles Puigdemont, no fue poco el revuelo mediático y político que se armó. En aquel momento, se recordará, le llovieron las críticas a derecha e izquierda no solo por no considerar que el líder independentista era un simple prófugo de la justicia, como la mayor parte de los líderes de los partidos que se llaman a sí mismos constitucionalistas afirman, sino, sobre todo, por haber comparado a los independentistas catalanes exiliados (o huidos, pongan ustedes el adjetivo que consideren más adecuado) con los republicanos españoles que hubieron de huir de España y exiliarse en el extranjero para escapar de la represión franquista tras la Guerra Civil. Entonces, no solo los simpatizantes del republicanismo de izquierdas consideraron inadmisibles las declaraciones de Iglesias, sino que aun las derechas patrias, tan proclives a veces a exaltar los valores, más bien contravalores, del franquismo, sintieron las palabras del líder morado como una ofensa.

            En estos días, Puigdemont, que ciertamente andaba más bien de capa caída, ha vuelto a ocupar las portadas de los periódicos tras su detención en Cerdeña, adonde había acudido para participar en un encuentro de folclore catalán. Ahora sí que, por fin, iba a ser extraditado a España, juzgado y condenado, pensaron y clamaron los patriotas de turno. Pero hete aquí que finalmente los tribunales italianos suspendieron el proceso de extradición del líder independentista en el exilio, con lo que se diría que han ratificado las declaraciones de Puigdemont, quien, tras su provisional puesta en libertad, había afirmado: “España no pierde nunca la ocasión de hacer el ridículo”. Así que el affaire italiano del expresidente de la Generalitat le ha venido de perlas a él y al independentismo en general: al independentismo, porque le ha servido como un balón de oxígeno ahora que estaba perdiendo algo de fuelle como se reflejó en la última diada; y al propio Puigdemont, porque desde que está en el exilio ha ido perdiendo relevancia en favor de ERC, que no en vano tiene la presidencia de la Generalitat y acapara el protagonismo en la mesa de diálogo.

            Se dirá que el triunfo de Puigdemont en el país transalpino es algo efímero, y que en breve dejará de ser noticia. Mas tengo para mí que constituye un éxito mayor de lo que a priori pudiera pensarse. Pues más allá de los réditos políticos y sociales que Puigdemont y el independentismo hayan podido extraer, el verdadero éxito radica en que, una vez más, y acaso sin proponérselo, el exiliado líder del procés le ha asestado un golpe al Estado en toda la mandíbula. Y es que Italia es ya el quinto país de Europa, tras Alemania, Bélgica, Escocia y Suiza, que se niega a extraditar a Puigdemont, lo que no solo refleja la presumible torpeza de la justicia española, sino que debería hacernos pensar que acaso el sistema jurídico español tiene un déficit democrático a este respecto. La última palabra en este asunto la tendrá la justicia europea, y ya veremos lo que dice, pero, de momento, las declaraciones de Pablo Iglesias con las que comenzábamos este artículo resultan cada día más acertadas. Y es que España no será una democracia plena mientras siga habiendo políticos en el exilio.