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l 25 de noviembre
es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Por
ese motivo, durante este mes han tenido lugar diversos actos promovidos por
distintas instituciones, desde ayuntamientos a gobiernos autonómicos, además de
diferentes entidades de la sociedad civil, que han querido participar en esta
jornada de lucha por la dignidad de las mujeres. También los centros educativos
se han sumado al activismo contra la violencia de género, con lecturas de
manifiestos, escenificaciones, silencios, carteles… Como este año el 25 de
noviembre fue sábado, en algunos centros los actos de concienciación y repulsa
contra la violencia machista tuvieron lugar el viernes. Ese mismo día otra
mujer fue asesinada en España por su pareja. ¡Y ya van 45 solo en este año!
La violencia contra las mujeres es
un fenómeno global al que, basta contar las víctimas mortales, no escapan las
sociedades democráticas. Y aunque el asesinato de las mujeres a manos de sus
parejas o exparejas constituye sin duda la forma más exacerbada de violencia
hacia ellas que tiene lugar en nuestros días, y la que mayor rechazo genera, no
es la única, por lo que más bien habría que hablar de violencias de género, en
plural. Y es que además de la violencia directa que se produce siempre que hay
una agresión física o psicológica, las mujeres son víctimas de otro tipo de
violencia que es la denominada violencia estructural, aquella que se da cuando
se atenta contra los derechos fundamentales de las personas. Tales derechos no
son otros que los derechos humanos, los cuales están consagrados en nuestros
ordenamientos jurídicos y, como su propio nombre indica, deben estar
reconocidos, de modo efectivo, a todos los seres humanos por el mero hecho de
serlo, sin distinción de ningún tipo.
Cuando se violan los derechos
humanos de las personas se atenta contra su dignidad, contra su condición
humana; sencillamente, se le arrebata al individuo su humanidad y se lo reduce
a mera cosa, a mero objeto. Esto es lo que ocurre cuando un hombre maltrata a
una mujer, cuando la insulta, la rebaja, la humilla, la golpea… Pero también
cuando se las discrimina negativamente en el ámbito profesional, cuando se les
paga menos por el hecho de ser mujeres, cuando no se reconoce su valía en los espacios
científicos, artísticos o intelectuales, cuando se las condena a liderar las
cifras del paro y de la pobreza, cuando sistemáticamente se hace recaer sobre
ellas, y solo sobre ellas, la responsabilidad de la conciliación familiar y
laboral, cuando los hombres presumen de “ayudar” a sus mujeres con las tareas
del hogar y los niños, cuando, sencillamente, se las trata como seres de una
categoría inferior, seres humanos, pero no tanto, seres casi humanos pero no
plenamente humanos. Y mientras no cambiemos radicalmente esa situación,
mientras todas estas violencias persistan, me temo que los asesinatos de
mujeres a manos de quienes se creen sus dueños no van a disminuir.