miércoles, 23 de junio de 2021

Vergonzosamente ausentes ( y 2)

 

A

ntes de la ley Wert, la Lomce, que pronto será sustituida por la Lomloe, la ley Celaá, la filosofía estaba presente en 4º de ESO, donde se impartía Ética (Educación Ético-Cívica en los últimos años), Filosofía I, en 1º de Bachillerato, y Filosofía II, en realidad Historia de la Filosofía, en 2º de Bachillerato. Además existía la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos en 2º de la ESO, materia que desapareció con la aplicación de la ley Wert, pero que en Canarias, con buen criterio, se siguió impartiendo en 3º como asignatura de libre configuración autonómica. La filosofía de 1º de Bachillerato se mantuvo como materia común y la Historia de la Filosofía quedó reducida a una optativa en el itinerario de Humanidades y Ciencias Sociales. Las reivindicaciones del gremio filosófico consiguieron que el Congreso de los Diputados acordara por unanimidad establecer un ciclo de tres cursos de presencia de la filosofía, con Ética en 4º de ESO, Filosofía en 1º de Bachillerato e Historia de la Filosofía en 2º de Bachillerato, todas con carácter obligatorio para la totalidad del alumnado en cada curso.

            Como se ve, lo acordado no es sino que la filosofía vuelva a la situación en la que se encontraba antes de la ley Wert. Sin embargo, como ya se ha denunciado en varias ocasiones, el Gobierno no ha cumplido con el compromiso adquirido: la ministra Celaá se ha olvidado de manera vergonzosa del retorno de la Ética a 4º de la ESO. A mi juicio, la Ética, en tanto que reflexión filosófica sobre la moral, para que nadie se confunda, es fundamental en la enseñanza básica, para que todo el alumnado disponga de una mínima formación que le permita reflexionar de forma autónoma sobre qué valores y convicciones morales está dispuesto a asumir. Esto es algo que, en última instancia, le corresponde decidirlo al individuo en el fuero interno de su conciencia, pero el sistema educativo debe proporcionarle las herramientas necesarias (reflexivas, procedimentales, filosóficas), para poder llevar a cabo esa tarea en las mejores condiciones posibles, con la mayor libertad.

         En lo que al Bachillerato se refiere, creo que, una vez más, se está perdiendo una gran oportunidad para actualizar la enseñanza de la filosofía. Y es que, tal como ha estado planteada desde hace décadas, resulta muy complicado mantener una mínima continuidad entre ambos niveles. Además, la materia de 2º queda reducida a un puñado de autores, lo que encorseta la asignatura y limita la autonomía del profesorado, siempre deseable y más si se trata de una disciplina cuyo sentido último no es otro que fomentar el pensamiento crítico. Es por ello que yo propondría, y así lo he venido defendiendo desde hace años en los foros filosóficos en los que alguna vez he participado, quitar la Historia de la Filosofía y trabajar en los dos cursos por bloques temáticos. Muy básicamente, un bloque introductorio y filosofía teórica en 1º, y filosofía práctica en 2º. Ello posibilitaría una mayor flexibilidad a la hora de elegir los autores a partir de los cuales abordar las distintas cuestiones, lo que permitiría, a su vez, la introducción de la filosofía de los siglos XX y XXI y de las filósofas en 2º de Bachillerato y en la EBAU, hoy, ya lo decíamos en nuestra última entrega, vergonzosamente ausentes. 

jueves, 17 de junio de 2021

Vergonzosamente ausentes (1)

E

l pasado viernes, 4 de junio, Celia Torres publicaba un artículo en El Español en el que se interrogaba por los motivos por los que, todavía hoy, las mujeres siguen ausentes del programa de Filosofía en la EBAU. Para responder a esta cuestión la autora del artículo recoge las voces de algunas filósofas españolas, investigadoras, profesoras de Universidad o de Enseñanza Secundaria, algunas de reconocido prestigio, como Concha Roldán o Marina Garcés y otras que, sin ser tan conocidas, están llevando a cabo una importante labor en la tarea de reivindicar la presencia de las mujeres en los espacios académicos en general y en el Bachillerato y la EBAU en particular. De hecho, el motivo del artículo fue la presentación, ese mismo día, de la recogida de firmas para que al menos una filósofa figure entre los contenidos de la EBAU, ahora que hay una nueva ley de Educación en ciernes.

            Entre las distintas declaraciones recogidas, hay una que me ha llamado poderosamente la atención, la de Xuxa Alemany, a quien la autora presenta como “profesora de Filosofía en un centro educativo de la Comunitat Valenciana”, que se queja de la ausencia de filósofas no solo en los temarios de Bachillerato sino incluso en los programas de Filosofía de las universidades. Y es que, según dice Alemany, estudió la carrera hace aproximadamente 20 años en la Universidad de Valencia y nunca oyó hablar de ninguna. Yo estudié la carrera de Filosofía en la Universidad de La Laguna hace unos 30 años y entonces eran frecuentes en distintas materias los nombres de Victoria Camps, Celia Amorós, Adela Cortina, Amelia Valcárcel, Hannah Arendt, Ágnes Heller o Seyla Benhabib, intelectuales de una talla tan incontestable que me resulta incomprensible que en alguna universidad española en la que se estudie Filosofía no se nombraran nunca. Quiero pensar, aunque lo desconozco, que a día de hoy este error ha sido ya corregido.

        Cuestión distinta, a mi juicio, es la presencia de las mujeres en la EBAU. Si nos ceñimos a Canarias, son cinco los autores principales del temario, Platón, Aristóteles, Kant, Marx y Nietzsche, y al menos otros 15, entre los que se encuentran Rosa Luxemburgo y Simone de Beauvoir, los que el alumnado debe preparar en menor profundidad y siempre en relación con los anteriores. En las reuniones de coordinación de la EBAU del profesorado de Filosofía en las Islas, este asunto ha sido tema de debate durante años. Y por más que la ausencia de mujeres entre los autores principales resulte chocante, no es tan fácil de resolver. Pues por importante que sea la aportación de algunas filósofas, ¿alguien cree que deberíamos quitar a Platón o a Aristóteles para incluir a Hipatia o Hiparquia? ¿Sustituir a Kant por alguna de las modernas como Olympe de Gouges o Mary Wollstonecraft? ¿Apartar a Marx o a Nietzsche, del XIX, para dar cabida a Simone de Beauvoir, del XX, como se ha planteado aquí? ¿Seguro que la importancia de Beauvoir es mayor que la de Heidegger, Wittgenstein o Habermas, quienes, por otra parte, también están vergonzosamente ausentes como toda la filosofía del siglo XX? Sin duda, las filósofas deben estar presentes en la EBAU, pero ello debe ir de la mano de una remodelación total de la Filosofía en el Bachillerato, asunto éste del que habré de ocuparme en un próximo artículo. 

viernes, 11 de junio de 2021

Tan real como cualquiera

 

U

na de las virtudes que todo español de bien ha de reconocerle al independentismo catalán es su capacidad para poner de acuerdo a las derechas hispanas (que es donde, como todo el mundo sabe, se ubican ideológicamente los españoles de bien), siempre que las derechas catalanas no se consideren derechas españolas, por paradójico que esto suene. En efecto, ahora que los indultos a los líderes independentistas encarcelados parece que están al caer, el trío de Colón, el trifachito lo llaman algunos, los muy socialcomunistas, vuelve a reunirse en el mismo lugar y con la misma gente, que diría la canción, y hasta con el mismo propósito, añadiría yo, que no es otro que, además de oponerse a los indultos, intentar, por enésima vez, desestabilizar al Gobierno de coalición al que de nuevo volverán a acusar de ser ilegítimo, traidor de lesa patria, que no humanidad, y no sé yo cuántas barbaridades más, de las que, en última instancia, el responsable, además de Pedro Sánchez, seguramente es Pablo Iglesias, por más que este ya no esté en el Gobierno ni ocupe ningún cargo institucional.

Al líder del PP, Pablo Casado, le molesta que la prensa, que por algo la llaman la canalla, haya señalado que su partido vuelva a aparecer al lado de Vox, formación de la que quiso desentenderse en la fallida moción de censura. Casado acusa a los periodistas de confundir el dedo con la Luna, pues, a su juicio, en lugar de centrarse en lo importante, el presunto escándalo de los indultos, ponen el foco en los partidos políticos que acudirán a la manifestación. Estas declaraciones de Casado, como era de prever, no han sentado nada bien en los círculos mediáticos y, una vez más, son muchas las voces que no solo muestran su discrepancia sino que señalan que los líderes políticos no son quienes para criticar a los medios de comunicación. En lo que a mí respecta, no tengo nada que objetar a que los políticos critiquen a la prensa, pues ni los medios de comunicación ni los periodistas están exentos del análisis crítico, ni los políticos, por serlo, deben renegar de su derecho a la libertad de expresión, por más que no pueda compartir la opinión del líder de los populares.

Y es que, por mucho que le pese a Casado, que él haya decidido acudir a una manifestación a la que previamente Vox había confirmado su asistencia no deja de ser un hecho noticioso, así que, a este respecto, los dedos y las lunas no parece que se confundan. Por lo demás, yo diría que Casado hace bien en secundar la convocatoria contra los indultos si esa es su posición independientemente de cuáles sean los partidos con los que tenga que compartir el acto. Lo que ya no me parece tan bien es que diga que los que se oponen a los indultos son la España real, porque tal afirmación resulta excluyente y, por ende, poco democrática. En España hay muchas personas a las que los indultos no les parecen mal y eso nos las hace menos españolas ni mucho menos irreales. Este humilde columnista vocacional y aspirante a filósofo figura entre ellas y mientras Canarias siga formando parte de España, qué le vamos a hacer, seguirá siendo español, lo cual no es más que una cuestión jurídica; y por supuesto, mientras viva, español o no, seguirá siendo tan real como cualquiera. 


jueves, 3 de junio de 2021

Para no ser borregos

H

an pasado dos semanas desde que decayera el estado de alarma y, que se sepa, el apocalipsis aún no ha llegado, para alegría de la ciudadanía y decepción de quienes se apresuraron a afirmar que Pedro Sánchez, siempre tan malévolo, había dejado a los españoles a la intemperie frente al coronavirus. A pesar de que esa misma noche se congregaron en multitud de plazas de España cientos de jóvenes dispuestos a celebrar botella en mano que el estado de alarma había terminado, lo cierto es que la incidencia de la COVID sigue, dos semanas después, bajando. Lo cual es sin duda motivo de alegría pero nos debe llevar a todos a reflexionar y a más de un sesudo analista a hacer un ejercicio, siquiera sea por una vez, de la tan saludable como escasa autocrítica. Y es que tras el linchamiento mediático de los “descerebrados” que salieron a festejar por las plazas de España, la evidencia empírica lo que nos muestra es que los denostados botellones no han hecho que los contagios hayan ido al alza.

            Dicen los expertos que las aglomeraciones constituyen uno de los mayores focos de contagio de la COVID, toda vez que el virus se propaga por el aire. Sin embargo, no conozco ningún estudio que demuestre que haya habido una relación de causa efecto entre la aglomeración de personas en espacios abiertos por el motivo que sea y el incremento de la incidencia de la pandemia. Desde que el SARS-CoV-2 irrumpió en nuestras vidas, son varios los momentos en los que han tenido lugar grandes concentraciones de individuos y se diría que la evolución de la pandemia ha ido al margen de estos hechos, expandiéndose en diferentes olas con distintos momentos de subida y bajada. Desde las manifestaciones organizadas por el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos, hasta las protestas en contra del encarcelamiento del rapero Pablo Hasél en Barcelona, pasando por diversas concentraciones y hasta celebraciones de logros deportivos, son muchos los momentos en los que la gente ha tomado la calle a lo largo de todos estos meses y, que se sepa, ello no ha tenido consecuencias significativas en la expansión del COVID.

        Todo ello me lleva a preguntarme si tantos meses de estado de alarma no habrán sido excesivos, si tanta restricción de las libertades básicas no habrá sido arbitraria. En su célebre ensayo ¿Qué es la Ilustración?, Immanuel Kant criticaba duramente a sus coetáneos por permanecer instalados en la minoría de edad, por no atreverse a pensar por ellos mismos, a tomar sus propias decisiones dejándose guiar por su propia razón. Más de dos siglos después, demandamos del Gobierno que piense por nosotros y hasta le pedimos que restrinja nuestra libertad en una dejación de responsabilidad impropia de una ciudadanía madura, capaz de autogobernarse, de dirigirse a sí misma como exigen los más elementales principios de la democracia. Llevamos muchos meses soportando restricciones de la libertad, toques de queda incluidos, que han supuesto de facto la suspensión de varios derechos fundamentales. Ahora que los estamos recuperando, no es el momento de lamentarse, ni mucho menos de pedir una vuelta a la tutela, sino de ejercer nuestros derechos responsablemente, con prudencia, que diría Aristóteles, pero con libertad, para que la búsqueda de la inmunidad de rebaño no nos termine de convertir en borregos. 

jueves, 20 de mayo de 2021

Si lo progresista es prohibir

L

a primavera es el tiempo en el que la vida se renueva, en el que aparecen las flores que traerán los nuevos frutos. No es de extrañar, pues, que la primavera, que la sangre altera, sea también la estación revolucionaria por antonomasia, con permiso de los nostálgicos de la Unión Soviética, para quienes, sin duda, octubre es un mes mucho más revolucionario que mayo. En rigor, son muchas las revoluciones cuyo inicio no tuvo lugar en los meses primaverales. Sin embargo, en el imaginario colectivo, se diría que la primavera es la estación más revolucionaria, acaso porque la nueva era que toda revolución promete casa mejor con esta época del año, acaso porque fue durante este tiempo de flores cuando, allá por 1871, fraguó la Comuna de París, celebrada, añorada y llorada por todos los libertarios y socialistas autogestionarios que en la historia ha habido. O tal vez sea porque, en nuestra más bien corta memoria, siga pesando aquel Mayo del 68 que habría de traer consigo una transformación cultural nada desdeñable.

    Desde entonces, mayo ha sido el mes revolucionario por excelencia. Ciertamente no fue este un movimiento que desembocara en una revolución social, en una transformación de las estructuras económicas de la sociedad: el cambio se produjo en la cultura, en eso que Marx llamaba la superestructura, pero no fue ni mucho menos un cambio menor. Pese a que se ha tildado a los jóvenes de entonces de simples hedonistas, de pequeños burgueses que solo buscaban pasarlo bien, de consentidos cuya revolución no iba más allá del sexo, droga y rock & roll, lo cierto es que la generación de los 60 transformó la sociedad encorsetada, puritana y rígida de mediados del siglo XX en una sociedad a todas luces más libre, más abierta y tolerante. Y es que el hedonismo de los rebeldes de entonces era también una reivindicación de la libertad individual, del derecho de cada uno a vivir su propia vida como estime oportuno. Por lo demás, el ambiente contestatario no se limitó a la búsqueda del placer, sino que trajo consigo la eclosión de movimientos sociales como el pacifismo, el ecologismo, el feminismo o la lucha contra el racismo.

    Hace 10 años, también en mayo, surgió el movimiento 15-M a raíz de la indignación generada por la crisis de 2008. Los jóvenes, y no tan jóvenes, de hace una década tomaron las plazas reivindicando un futuro. Indignada ante las élites económicas y políticas, ante el hecho inaudito de ser la primera generación que viviría peor que sus padres, la juventud reclamaba justicia social, el fin de la corrupción e, incluso, cambios profundos en el sistema democrático que llevaran a una democracia más plena, más directa y participativa. Hoy asistimos con asombro a la toma de las plazas por jóvenes que, aparentemente, solo buscan diversión, aun a riesgo de su salud y la de sus personas cercanas. Y nos escandalizamos por ello, olvidando que también en Sol, paradigma de plaza tomada por el 15-M, hubo buenas dosis de hedonismo y diversión, como en Mayo del 68, como en cualquier movimiento a favor de una vida mejor. El “prohibido prohibir” sesentayochista lo hemos cambiado por el “prohibido salir” de los guardianes de la salud. Y es que, quién nos lo iba a decir, hoy, en mayo de 2021, lo progresista es prohibir.