jueves, 10 de noviembre de 2022

La paz social

 

U

na buena amiga, que en los últimos tiempos se ha convertido en mi más leal lectora, pues no solo lee todos mis artículos sino que, con frecuencia, me brinda algún comentario, me decía a propósito precisamente de una de mis columnas que ella estaba de acuerdo con que no le bajaran los impuestos siempre que le subieran el sueldo “porque esto es un robo a mano armada”. El robo al que se refería no es el que según la derecha española, la liberal y la ultramontana que cada día cuesta más distinguir, comete el Gobierno con su política fiscal, sino el del encarecimiento de la vida, el incremento de los precios y más concretamente el del precio de la luz. Y yo estoy plenamente de acuerdo con ella, “pues sin duda se deben subir los salarios porque si no esta inflación desmesurada que estamos padeciendo la pagamos solo los trabajadores, aunque la patronal no quiere ni oír hablar del tema porque subir los sueldos le parece bolivariano… Pero ese es tema para otro artículo”, le respondí.

Como lo prometido es deuda y más si tu acreedor muestra tanto interés por tus textos, y paciencia con el autor de estas luces de trasnoche, aquí estoy tecleando esta columna a propósito de la demanda sindical de subir los salarios para que las clases trabajadoras puedan paliar los efectos de la inflación y que los costes de la misma se repartan entre asalariados y empresarios. Algo con lo que, ya lo adelantábamos, no está de acuerdo el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Antonio Garamendi, quien, de momento, ni siquiera está dispuesto a sentarse a negociar un incremento salarial. De ahí que el lema de los sindicatos convocantes, UGT y CCOO, los mayoritarios en España, haya sido “Salario o conflicto”, lo que viene a constituir una versión a la posmoderna, líquida o débil, de la ya clásica lucha de clases diagnosticada por Marx y que el mismísimo Warren Buffet, el célebre multimillonario estadounidense, reconociera abiertamente cuando, hace ya años, señalara que, en  efecto, hay una lucha de clases y son los ricos los que la van ganando.

Hay que reconocer que Buffet hizo estas declaraciones en un intento de criticar el sistema fiscal pues, para asombro de muchos, al multimillonario Buffet, el muy bolivariano, le parecía enormemente injusto que proporcionalmente él pagara muchos menos impuestos que sus empleados. A mi modo de ver, la lucha de clases podrá permanecer latente, pero mientras la sociedad siga desgarrada por la desigualdad seguirá siendo una realidad. Y en estos días, cuando hemos sabido que el mes de octubre ha sido el mejor en cuanto al descenso del desempleo desde 2008, que se han afiliado a la Seguridad Social 103.499 trabajadores, que el número total de cotizantes sobrepasa los 20 millones y que, sin embargo, según el Instituto Nacional de Estadística, aunque los datos sean relativos a 2021, el 27,8 por ciento de la población española está en riesgo de pobreza y exclusión social, un alarmante 37,8 por ciento en el caso de Canarias, conviene que la lucha de clases se haga patente, porque la paz social no se puede sustentar sobre la base del empobrecimiento de las clases trabajadoras.

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